Veinticuatro horas después de anunciarse la toma de la ciudad de Kunduz, capital de la provincia homónima, por los rebeldes talibanes, el Gobierno afgano intentó ayer lanzar mensajes tranquilizadores que no acabaron de convencer a los observadores. La toma de Kinduz es el mayor éxito de los talibanes desde que en 2001 fue derribado su régimen por EE UU con apoyo de fuerzas locales terrestres (Alianza del Norte).

El presidente afgano, Ashraf Gani, afirmó que la situación en Kunduz está bajo control y que se han logrado progresos. En todo caso, lo cierto es que las fuerzas afganas lanzaron una contraofensiva con apoyo aéreo de Estados Unidos, en una operación en la que habrían logrado recuperar algunas partes de la ciudad. La cifra de muertos causados por la batalla de Kinduz supera ya el centenar y el número de heridos es de unos 200.

Sin embargo, y pese a las proclamas oficiales, un miembro de las tropas afganas contó que los insurgentes llegaron ayer mismo en masa al aeropuerto y que el 80 por ciento de las instalaciones están ya en sus manos. Un testigo consultado por la agencia Reuters confirmó fuertes combates en la zona.

La llegada de los talibanes a Kunduz ha provocado un gran éxodo de civiles en las primeras 24 horas de ocupación. Las autoridades, tanto afganas como extranjeras, que se encontraban en la ciudad han sido evacuadas y los comercios han cerrado, dejando una población fantasma. Pese a todo, la OTAN defendió la capacidad de las fuerzas afganas para tomar las "acciones apropiadas".