La lucha contra el terrorismo, en particular contra el islámico, y más en concreto en el escenario sirio, está centrando buena parte de las conversaciones, públicas y entre bambalinas, que celebran los líderes mundiales reunidos desde el lunes en Nueva York para participar en la Asamblea General de la ONU.

Dirigentes de más de cien países debatieron ayer sobre cómo combatir a los yihadistas del autodenominado Estado Islámico (EI) -pero también a los de Boko Haram o Al Qaeda- en una cumbre con la que EE UU quiso generar un "movimiento global" que se encontró el rechazo de Rusia, para quien la iniciativa "mina los esfuerzos de la ONU".

"Creo que lo que tenemos aquí hoy es la emergencia de un movimiento global que está unido por la misión de degradar, y en último término destruir, al Estado Islámico", afirmó el presidente de EE UU, Barack Obama, en el discurso con el que inauguró la cumbre.

Rusia se negó a enviar un representante de alto nivel a la cita al considerar que EE UU se está arrogando "las funciones de la ONU" y minando los esfuerzos de ese organismo, que "tiene su propia estrategia" contra el extremismo. Moscú ha sellado su propia alianza militar con Irán, Irak y Siria para luchar contra el EI y quiere que EE UU y otras potencias occidentales se sumen.

Washington, por su parte, se ha mostrado abierta a cooperar con Rusia contra el EI, pero no parece dispuesta a dejar atrás la coalición de unos 60 países que impulsó hace un año para combatir a los yihadistas en Siria e Irak.

La posición rusa fue sintetizada en un plano práctico por su ministro de Exteriores, Serguei Lavrov, quien descartó una "coalición clásica", con un mando conjunto, entre EE UU y las fuerzas que luchan en tierra contra los yihadistas. Lavrov insistió en que las acciones militares deben ser coordinadas. "No es realista tener un mando conjunto, pero las acciones sobre el terreno deben coordinarse, al igual que los ataques aéreos", dijo Lavrov.

Tanto EE UU como Rusia están además profundamente divididos sobre el papel que debe tener el líder sirio, Bachar al Asad, en el futuro del país, como quedó patente en la reunión mantenida el lunes entre Obama y el presidente ruso, Vladimir Putin, en la sede neoyorquina de la ONU.

"En Siria, derrotar al EI requiere, creo yo, un nuevo líder", aseguró Obama en la cumbre de ayer. La posición rusa es la contraria: el dictador Asad no es el problema sino la cabeza en torno a la que debe articularse la solución a la guerra civil siria.

Pese a los aparentes desacuerdos entre las dos potencias, la reunión del lunes entre Obama y Putin puso con todo de manifiesto que hay importantes coincidencias de puntos de vista. Así, el secretario de Estado de EE UU, John Kerry, reveló ayer que hubo acuerdo sobre "principios fundamentales", como que "Siria debe ser un país unificado, unido y secular".

También hubo entendimiento en que "se debe acabar con el Estado Islámico, y en que debe haber una transición gestionada", explicó Kerry. La diferencia aquí radica en el papel que desempeñará Asad en esa transición si es que lo tiene.