Todo está preparado en Egipto para que el antiguo jefe del Ejército Abdel Fatah al Sisi busque en las urnas la ansiada legitimidad que le convierta en el nuevo presidente del país, en unas elecciones concebidas casi como un referéndum sobre su persona.

Cerca de 54 millones de egipcios deberán elegir este lunes y el martes entre Al Sisi y el izquierdista Hamdin Sabahi, una contienda desigual que está desequilibrada de antemano y que además será boicoteada por un porcentaje significativo de la población.

Descontada la victoria (salvo en caso de cataclismo impensable) de quien es conocido como "El Mariscal", el mayor interés radica en comprobar cuántos egipcios acudirán a refrendar con su voto el nuevo "statu quo" del país y cuántos respaldarán a Sabahi como el hombre llamado a liderar la oposición en el futuro.

Por ello, es previsible que el nivel de participación arroje más luz sobre el apoyo real a Al Sisi que el propio porcentaje de la victoria, que se espera holgada.

Los Hermanos Musulmanes y sus grupos afines han pedido a sus seguidores la abstención en los comicios, que califican de "farsa", al igual que grupos juveniles como el Movimiento 6 de Abril, que consideran que las elecciones no se celebran en un entorno democrático.

Frente a esta campaña, tanto Al Sisi como las instituciones del Estado egipcio han multiplicado los llamamientos a votar de forma masiva.

El último en pronunciarse ha sido el presidente interino, Adli Mansur, colocado en el cargo por el propio Ejército tras el golpe militar contra el islamista Mohamed Mursi del pasado julio.

Egipto será escenario de "dos nuevos días de epopeya de la democracia por un futuro mejor y un mañana brillante", dijo Mansur hoy en un discurso televisado a la nación, al tiempo que reclamó una "amplia participación".

Pese a que el mandatario proclamó que "el Estado mantiene la equidistancia hacia los dos candidatos y no influirá en la elección de los ciudadanos", varias ONG como el Centro Carter han denunciado que esa imparcialidad no ha existido durante la campaña, en la que las instituciones se han alineado con Al Sisi.

Especial interés ha mostrado el Gobierno en conseguir que los jóvenes se acerquen a los colegios electorales para participar en la votación.

En privado, los altos funcionarios egipcios reconocen que su mayor preocupación es comprobar la indiferencia que siente la juventud hacia el proceso que vive el país, tras los reveses que sufrido la revolución que derrocó a Mubarak en 2011.

Esa desafección fue evidente en el referéndum constitucional celebrado en enero, y existe alarma ante el hecho de que los acontecimientos que ha vivido el país en los tres últimos años hayan bajado del tren a una numerosísima parte de la población.

En un alarde de optimismo, el primer ministro, Ibrahim Mehleb, aseguró hoy que "los jóvenes van a estar en la primera fila de los votantes".

Los 13.899 colegios electorales abrirán sus puertas a las 09.00 hora local (06.00 GMT) y las cerrarán doce horas más tarde, en una cita que será supervisada por más de 16.000 jueces.

Tras un episodio grotesco la semana pasada, finalmente la Unión Europea desplegará una misión de observadores, que se unirán a los de otros organismos multilaterales como la Unión Africana y a los de ONG locales e internacionales.

Además de los llamamientos al boicot, planea sobre las elecciones el temor a un acto terrorista o acciones violentas que puedan condicionar la participación.

Las autoridades han anunciado que un total de 181.912 militares y más de 25.000 policías serán desplegados en el país, dentro de un operativo que incluye el desalojo de las residencias universitarias, donde se alojan los jóvenes pro islamistas más combativos en la calle.

Por si acaso, como esto es Egipto y se acerca el verano, el servicio meteorológico estatal ha lanzado un prudente aviso a los votantes: que no olviden una sombrilla o un paraguas, además de un botellín de agua, si acuden a votar entre el mediodía y el atardecer.