El primer ministro ucraniano, Arseni Yatseniuk, y varios miembros de su Gobierno visitaron ayer la ciudad insurrecta de Donetsk, donde hicieron promesas de diálogo para desactivar la crisis causada por la revuelta de los rusohablantes en las regiones surorientales del país.

De este modo, Kiev da marcha atrás en sus amenazas del miércoles, cuando lanzó un ultimátum de 48 horas a los sublevados para que depusieran su actitud, so pena de ser reducidos por las armas. Los sublevados ocupan desde el pasado domingo sendas sedes gubernamentales en Donetsk y en Lugansk, ciudad esta última donde están fuertemente armados.

"Sólo existe una salida, y es pacífica. Hay que hacer todo lo posible para que estas personas entreguen las armas y abandonen los edificios que han tomado ilegalmente, que no se dediquen a la actividad terrorista y que no pongan en peligro la seguridad de la gente", dijo Yatseniuk a la televisión nacional ucraniana. Los insurrectos no dieron ninguna señal de rebajar su ardor rebelde y, por el contrario, reforzaron sus barricadas.

"En Kiev subía todos los días al escenario a echar pestes sobre el presidente prorruso Yanukovich, para exigirle que saliera a hablar con la gente, pero aquí prefiere verse con los suyos, con los que nos mandan desde Kiev", dijo Vladimir, camionero desempleado.