El renacido ambiente de "guerra fría" entre EE UU y Rusia, que encuentra terreno fértil en las crisis de Siria, Irán y Corea del Norte, se ha recrudecido con la llegada a la Secretaría de Estado del sucesor de Hillary Clinton, John Kerry.

Pese a la oferta lanzada el martes por Obama, en su discurso sobre el Estado de la Unión, de reabrir negociaciones para una mutua reducción de arsenales, hace tres días que Kerry no consigue que su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, le coja el teléfono.

El mismo martes, horas antes del discurso de Obama, Kerry llamó a Lavrov, dentro de la ronda de llamadas que hizo para valorar la tercera prueba nuclear de Corea del Norte y, probablemente, también para anunciarle la oferta negociadora que iba a hacer Obama ante el Congreso. Sin embargo, el jefe de la diplomacia rusa no se le puso al teléfono.

El Departamento de Estado indicó entonces que Lavrov estaba de viaje y que Kerry confiaba en que le devolviera ese mismo día la llamada, en la que también quería abordar la situación en Siria. Sin embargo, hasta ayer el silencio ha sido la única respuesta del Kremlin, hasta el extremo de colmar la paciencia de Washington.

La portavoz de la diplomacia estadounidense, Victoria Nuland, se expresó ayer así: "Estamos dejando claro que queremos hablar si ellos quieren. Si están demasiado ocupados o tienen otros compromisos, nuestra oferta se mantiene, y seguiremos con otros asuntos diplomáticos", añadió. Clinton, ya experimentó al menos en una ocasión la falta de disponibilidad de Lavrov, que se mostró reticente a devolverle una llamada acerca de Siria a finales del año pasado.