Nueve días después de la dimisión del primer ministro Yves Leterme, Bélgica parece haber encontrado la salida a una crisis política inesperada y podría cumplir el objetivo de entrar en el nuevo año con un gobierno reconstituido y estable.

El nombre de Van Rompuy figuraba desde el principio en las quinielas para suceder a Leterme, pero hasta hoy siempre había rechazado la posibilidad de dejar la presidencia del parlamento.

Todo indica que la buena gestión esta última semana del "explorador" real Wilfried Martens y la conversación mantenida esta misma tarde con el rey Alberto han terminado por convencer a Van Rompuy de que la oferta era irrenunciable.

Respetado por su moderación y discreción, el "formador" no tendrá grandes dificultades, según la mayoría de los analistas, para constituir rápidamente un gabinete que permita a Bélgica afrontar los enormes desafíos políticos, económicos y sociales que se avecinan.

Antes del anuncio del encargo, el rey Alberto había recibido hoy en audiencia en su residencia del Palacio de Laeken primero a Martens, que le transmitió el resultado final de sus gestiones, y después a Van Rompuy.

En una semana de contactos Martens había logrado un acuerdo entre los cinco socios de la actual coalición gubernamental -los democristianos CD&V y CdH, los liberales Open VLD y MR, y los socialistas francófonos (PS)- sobre los requisitos para una salida rápida de la crisis.

En primer lugar, la coalición saliente debía ser mantenida; segundo, el nuevo primer ministro tenía que salir de las filas del CD&V, el partido de Leterme ganador de las elecciones de 2007; y tercero, el nuevo Ejecutivo debería agotar la legislatura (2011).

Si estos principios se respetan, el nuevo gobierno podría consistir en la repetición del anterior, con Van Rompuy como primer ministro y un nuevo ministro de Justicia, dado que el saliente presentó su dimisión individual -lo mismo que Leterme- el 19 de diciembre a raíz del escándalo Fortis.

Las sospechas de que estrechos colaboradores de Leterme trataron de presionar a la Justicia para que no paralizara la venta por el estado del negocio belga de Fortis a la banca francesa BNP Paribas fueron el detonante de la crisis.

En la primera reacción tras la designación del formador, el CD&V aseguró hoy que Van Rompuy cuenta con "la plena confianza del partido" para llevar a cabo su labor.

"Tiene la experiencia requerida para conducir al país en estos tiempos difíciles en el plano económico y presupuestario", añade el comunicado.

Van Rompuy, de 61 años, tiene un amplio conocimiento de la compleja política belga.

Fue presidente del partido socialcristiano flamenco (CVP, antecesor del CD&V) entre 1988 y 1993, puesto que dejó para entrar en el primer gobierno de Jean-Luc Dehaene como viceprimer ministro y ministro encargado del Presupuesto.

Repetiría esa misma cartera en el siguiente gobierno de Dehaene, hasta que en las elecciones de 1999 el CVP pasó a la oposición tras casi medio siglo en el poder.

Desde los comicios del 10 de junio de 2007 ha sido presidente de la Cámara baja, lo que le ha situado "en el corazón de la política federal belga", según recuerdo hoy la nota de apoyo de su partido.