En febrero de este año, Fidel Castro, de 82 años, dejó de ser presidente del país, cargo que pasó a desempeñar su hermano Raúl, pero su alargada sombra de líder indiscutible de la revolución cubana se puede sentir en todo cuanto rodea al proceso revolucionario.

En 1953 ante el tribunal que le condenó por el fracasado asalto al Cuartel Moncada de Santiago de Cuba, su primera acción armada contra Batista, Castro dejó como tarea a la Historia la obligación de juzgarle y, con ello, el sello distintivo de su personalidad.

"Condenadme, no me importa, la Historia me absolverá", dijo.

Nacido el 13 de agosto de 1926 en Birán, un pueblo humilde situado en el norte de la provincia oriental de Holguín, Fidel Alejandro Castro Ruz, es uno de los siete hijos del segundo matrimonio de Ángel Castro, un emigrante gallego.

La severa educación recibida de su padre le influyó tanto, según sus biógrafos, como la religiosidad de su madre y sus años de estudio con los jesuitas en La Habana.

"Si tuviera que empezar de nuevo, enfilaría el mismo camino revolucionario. En modo alguno puedo darme por satisfecho del todo con lo alcanzado; siempre tendré la sensación de que pude hacerlo mejor", confesó muchos años después al comandante sandinista nicaragüense Tomás Borge.

Castro comenzó la batalla de Sierra Maestra (1956-1959) tras, en palabras del guerrillero cubano-argentino Ernesto Che Guevara, "el naufragio" del Granma, en el que desembarcó en Cuba procedente de México acompañado de 81 hombres.

El joven abogado que se enfrentó a Batista en una guerra desigual, supo aprovechar el profundo descontento social generado por aquella dictadura y ganarse el apoyo popular.

Creó su propio modelo para Cuba, un comunismo caribeño alimentado en el marxismo-leninismo, fundamentado en la base nacionalista legada por José Martí y aliñado por sus propias aportaciones.

En los primeros años posteriores al triunfo de la revolución, Fidel Castro manejó el país como primer ministro y se convirtió en el Jefe del Estado en 1976, con la aprobación de la Constitución que le invistió con el cargo de presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.

Ni Estados Unidos, su principal obsesión, ni sus enemigos internos, ni siquiera la caída del bloque soviético hace dos décadas, pudieron apartarle del poder y sólo el paso inexorable del tiempo le llevó a dar un paso al costado.

Arropado por un eficaz aparato de seguridad, Castro tejió una red de organizaciones de masas para vertebrar la sociedad cubana y mantener su modelo durante décadas.

Trató de adaptar fórmulas de otros países comunistas, pero otras fueron inventos genuinamente cubanos, como los Comités de Defensa de la Revolución -los "ojos y oídos" del régimen-, creados en la década de los 60 para vigilar los movimientos de los ciudadanos en cada vecindario.

Defensores y detractores coinciden en que su carisma y su habilidad política para transformar los fracasos en victorias fueron decisivos para la longevidad del sistema.

"Su actitud ante la derrota, aún en los actos mínimos de la vida cotidiana, parece obedecer a una lógica privada: ni siquiera la admite, y no tiene un minuto de sosiego mientras no logra invertir los términos y convertirla en victoria", señaló de él Gabriel García Márquez.

Castro introdujo en la isla reformas sociales, educativas y sanitarias sin comparación en América Latina en la época y colocó a Cuba en la agenda internacional.

En vísperas de su rotunda victoria en Bahía de Cochinos, en 1961, declaró "socialista" la revolución y abrazó a la ahora desaparecida URSS para asegurar la subsistencia económica del país, mientras crecía su enfrentamiento con Washington.

Utilizó esa controversia con EE.UU. para elaborar el concepto de "plaza sitiada", que le permitió tomar no pocas decisiones controvertidas en aras de la defensa del país.

Tras las campañas en África y Centroamérica los cubanos despertaron un día con el país colapsado tras la caída del bloque soviético y sumergido en el llamado "periodo especial", una economía de guerra en tiempos de paz que forzó a Castro a abrirse al turismo y al dólar.

A principios del siglo XXI, cuando parecía hundido y obligado a profundizar la apertura, encontró en el presidente venezolano, Hugo Chávez, un alumno aventajado dispuesto a utilizar su petróleo para ayudarle.

El 31 de julio de 2006, una grave crisis intestinal le obligó a delegar provisionalmente sus funciones en Raúl Castro, el número dos de Cuba durante décadas, quien quedaría definitivamente encargado de la Presidencia en febrero de 2008.

Dedicado a su trabajo como articulista, Fidel Castro es hoy "un soldado de las ideas" que sigue marcando con sus palabras las decisiones importantes que se toman en Cuba y disparando contra sus adversarios.