Miembros del Instituto para la Memoria Nacional (IPN), la institución encargada de investigar los crímenes cometidos durante la ocupación nazi y el periodo comunista, abrieron el pesado sarcófago que guarda la sepultura del militar, situada en una cripta de la catedral Wawel de Cracovia.

Según informó el portavoz del IPN, Andrzej Arseniuk, en las próximas horas el ataúd con los restos mortales será trasladados al Centro de Medicina Judicial de esta ciudad, donde los expertos los analizarán antes de devolverlos al templo.

El general Sikorski falleció el 4 de julio de 1943, cuando el aeroplano en el que viajaba, un B-24 Liberator, se precipitó contra el mar Mediterráneo en extrañas circunstancias, momentos después de despegar del aeródromo de Gibraltar.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Sikorski fue jefe supremo de las Fuerzas Armadas polacas y primer ministro en el exilio, ya que Polonia permanecía ocupada por fuerzas alemanas y soviéticas.

La versión oficial sostiene que la colisión se produjo por un fallo del aparato, pero desde hace años numerosas teorías especulan sobre un posible sabotaje y sostienen que el militar pudo ser realmente asesinado por británicos, la KGB o incluso por opositores polacos.

Lo cierto es que la desaparición del general benefició tanto a Gran Bretaña como a la Unión Soviética, que vieron como desaparecía un elemento perturbador en sus relaciones.

Los investigadores esperan encontrar ahora una respuesta a este enigma histórico en la tumba de Sikorski, aunque el resultado de los análisis no se conocerá hasta dentro de varias semanas.