En el simulacro, desarrollado en Lisboa y otros núcleos urbanos de la región central del país, participaron 2.750 sanitarios y miembros de las fuerzas de seguridad, así como 1.798 figurantes, que fingieron ser víctimas de la hipotética catástrofe.

Con el ejercicio, las autoridades lusas buscaban probar la capacidad de respuesta ante la emergencia de un gran seísmo en la región de Lisboa, una ciudad arrasada el 1 de noviembre de 1755 por un fortísimo y largo temblor calculado entre 9,1 y 9,2 grados de la escala de Richter al que siguió un devastador maremoto.

La capital lusa se encuentra cerca de una zona costera considerada entre las de mayor potencial sísmico del mundo, y fue el escenario principal de la prueba para coordinar los cuerpos militares, policiales y sanitarios y ensayar una respuesta rápida y eficaz ante una catástrofe.

Uno de los responsables de coordinación del plan, el comandante de operaciones de la Autoridad Nacional de Protección Civil (ANPC), Paulo Gil Martins, reconoció que hubo algunas dificultades durante la operación, desarrollada en 16 escenarios distintos de la región metropolitana.

"Existieron al principio problemas con los puestos de dirección de los distritos, pero la situación se normalizó", dijo Gil Martins, quien explicó que los daños del terremoto ficticio se calcularon para una magnitud de 6,7 grados Richter, con 33 muertos y 158 heridos.

Manuela Lucas, de la Administración Regional de Salud de Lisboa apuntó que otro de los fallos identificados fue la comunicación entre los servicios sanitarios.

Entre los problemas detectados en la operación hubo también "víctimas" que constataron la tardanza con la que se había acudido a darles asistencia.

El centro comercial Colombo de Lisboa, de los mayores de la Península Ibérica y situado frente al estadio del Benfica, fue uno de los escenarios elegidos para probar el plan de emergencia, que lo mantuvo cerrado media hora e involucró a una treintena de empleados.

En sus pasillos algunos vigilantes de seguridad aparentaban yacer inconscientes y otros compañeros les prestaban los primeros auxilios mientras llegaban al lugar los servicios de urgencia con tres coches de bomberos y 15 sanitarios.

El dispositivo puesto en marcha por las autoridades llamó la atención en la ciudad, con el resonar de las sirenas y el ir y venir de los vehículos sanitarios y de las fuerzas de seguridad, e hizo creer a algunos ciudadanos que los accidentes eran reales.

El objetivo principal del simulacro era probar las características del llamado Plan Especial de Emergencia de Riesgo Sísmico para el área Metropolitana de Lisboa y Áreas Limítrofes que debe aprobar el Consejo de Ministros portugués el año próximo.