Al igual que su marido, Michelle Obama también hizo historia ayer, aunque de forma involuntaria, y se convertirá en la primera afroamericana en ser primera dama del país, un cargo que aunque no tiene carácter oficial, ni funciones específicas ni un sueldo remunerado, ha ido tomando cada vez más peso con los el paso de los años.

Desde Martha Washington hasta Laura Bush, muchas han sido las esposas de presidentes que han pasado por la Casa Blanca. En un primer momento su papel se limitaba a ser la anfitriona de las cenas y fiestas en el palacio presidencial, además de marcar la moda, para poco a poco irse implicando en actividades humanitarias.

Tras Eleanor Roosevelt, que se convirtió en "los ojos y oídos" de su marido, Franklin Roosevelt, al estar éste postrado en una silla de ruedas, las primeras damas se fueron implicando aún más en cuestiones políticas, sobre todo de índole social --educación, sanidad, medio ambiente--.

Michelle Obama, de 44 años, nació en una familia humilde de Chicago, hija de una secretaria y de un empleado de la planta de agua de la ciudad, y se crió en un apartamento de un solo dormitorio en un barrio predominantemente negro. Sin embargo, el hecho de que acudiera a una escuela racialmente mixta hizo que se mezclara con facilidad con chicas de su edad blancas. De hecho, ella misma ha reconocido que fue en la universidad donde se dio cuenta de que era negra.

En Princetown, realizó una tesis sobre cómo los estudiantes negros deseosos de entrar en un mundo blanco podían mantenerse apegados a su cultura y raíces, para a continuación graduarse en Derecho en Harvard. A continuación, Michelle Obama entró a trabajar en un bufete de abogados, donde conocería al que hoy es su marido. Actualmente, es la vicepresidenta del hospital de la Universidad de Chicago, un trabajo a tiempo parcial que le deja tiempo para cuidar de las dos hijas del matrimonio, Malia, de 10 años, y Sasha, de 7.

Michelle ha asegurado que "el servicio a la comunidad ha sido una gran parte de mi vida", algo en lo que coincide con Barack Obama. Durante la campaña, ha tenido un papel cada vez más importante, no limitándose sólo a presentar a su marido, sino que ha protagonizado numerosos actos en solitario y concedido entrevistas. "Me gusta más de lo que pensé que lo haría", reconoció esta misma semana.

Sin embargo, ha dejado claro que su prioridad, si finalmente se traslada a vivir en la Casa Blanca, es la de ser madre, más allá de asesorar a su marido en distintas cuestiones, como ha hecho hasta ahora. "Mi primer trabajo, para ser honestos, va a seguir siendo el de 'madre en jefe'", afirmó en una entrevista reciente.

De hecho, durante la larga campaña electoral, primero por las primarias y ahora por la Casa Blanca, Michelle Obama ha tratado de conjugar su papel de madre de dos hijas pequeñas con el de esposa del candidato, poniendo de manifiesto su capacidad de oradora que le ha llevado a reunir a miles de personas en sus actos en solitario. Es más, su discurso durante la Convención Demócrata fue uno de los más aplaudidos.

Pero Michelle Obama también ha recibido críticas. En un discurso reciente en Denver, en el que reflexionó sobre la campaña y el lugar aventajado en que se encuentra su marido, consideró que "es algo nuevo y algo bastante importante". Por eso, añadió, "estoy orgullosa de mi país y estoy orgullosa de mi marido". Esta afirmación hizo que se le reprochara su falta de patriotismo.

La que será la primera dama de Estados Unidos a partir del 20 de enero, cuando Barack Obama asuma oficialmente la presidencia del país, parece contar con el respaldo de los ciudadanos. Según el sondeo a pie de urna realizado ayer por la CNN, el 66% de los consultados cree que Michelle será una buena primera dama, frente al 35% que opina la contrario.