En la ceremonia de inauguración, Ban aseguró que el nuevo monumento recordará para siempre el valiente legado de los informadores caídos, pero aclaró que para hacerles justicia hará falta ponerle fin a la impunidad y juzgar a los autores de sus muertes.

La escultura de diez metros, de acero y cristal, fue colocada sobre el ala nueva de las instalaciones de la empresa en la capital británica y proyectará un haz de luz de un kilómetro de alto todas las noches durante media hora.

El secretario general dijo que los crímenes no sólo ocurren en los grandes escenarios de conflicto sino en pequeños poblados de todos los rincones del mundo.

"Muy a menudo ocurren asesinatos de periodistas de los que nadie se entera". "Muchos no mueren en guerras que ocupen los titulares internacionales, sino en pequeñas localidades donde investigan crímenes o corrupción", resaltó. "No tienen un nombre famoso, pero el público local depende de ellos para informarse y, a veces, para sobrevivir. Estos héroes han muerto, pero nunca serán olvidados", señaló.

Entre estos valerosos periodistas, Ban citó a Jean Dominique, esposo de su portavoz, Michele Montas, quien murió en Haití en abril de 2000, y recordó que la propia Michele sobrevivió a un intento de asesinato dos años más tarde.

Frente a estos atropellos, el titular de la ONU hizo hincapié en la resolución vinculante adoptada por el Consejo de Seguridad en 2002 en la que estipula que los Estados deben proteger a los periodistas, de acuerdo con las leyes internacionales.

Durante la última década han muerto una media de dos reporteros de guerra cada semana, además de todos los que son asesinados por cubrir casos locales relacionados con corrupción, narcotráfico o abusos de poder.