La evacuación de los asentamientos de Sa-Nur y de Jomesh, en el norte de Cisjordania, ha transcurrido más pacíficamente de lo que se esperaba y pone fin al desalojo de 25 asentamientos según el Plan de Desconexión.

"El comportamiento de la mayoría de los evacuados ha sido encomiable", afirmó el jefe de Estado Mayor, Dan Halutz, en una conferencia de prensa celebrada ayer en el asentamiento de

Sa-Nur, ubicado en una remota colina en el norte de Cisjordania desde donde se controla el valle de Dotán.

Por su parte, Eran Israel, uno de los comandantes de la policía encargados de la operación de evacuación que se completó ayer en ese asentamiento resaltó que "la evacuación ha transcurrido con más calma de lo que se esperaba".

Y es que durante los últimos días las autoridades israelíes advirtieron con insistencia de que estos dos asentamientos del norte de Cisjordania, los últimos en ser evacuados para completar el Plan de Desconexión, habían sido infiltrados por cientos de radicales provistos de armas de fuego.

Las fuerzas israelíes de seguridad pusieron punto final al

desalojo de Sa-Nur, donde llegaron a vivir 35 familias, con la evacuación de unos 80 jóvenes que se habían atrincherado en el tejado de la sinagoga tras bloquear la escalera de acceso por el interior del edificio.

En una espectacular operación, las fuerzas de seguridad elevaron dos contenedores hasta el tejado y una unidad especial antidisturbios introdujo a los adolescentes en su interior.

Una vez en el suelo, los jóvenes fueron extraídos de los contenedores por la fuerza y llevados en volandas hasta los autobuses que les esperaban.

La sinagoga de Sa-Nur es un complejo de edificios que durante el mandato británico en Palestina (1918-48) fue empleado como comisaría de policía y que pasó a ser una galería de arte antes de convertirse en un templo judío.

La última sinagoga en ser evacuada por las fuerzas de seguridad israelíes según el Plan de Desconexión tenía ayer un aspecto desolador y en su interior eran evidentes los forcejeos que sucedieron a lo largo del día con el desalojo de decenas de personas que también se hicieron fuertes en el interior del edificio.

Cristales rotos, cartones y maderas mojadas, y plásticos

cubrían el suelo.

Varias habitaciones estaban llenas de camas, mochilas y sacos de dormir, las huellas de los activistas de la derecha, la mayoría de ellos adolescentes, que se habían trasladado a este asentamiento y acampado en la sinagoga para resistir la evacuación.

En un patio decenas de agentes de la policía estaban sentados en silencio visiblemente exhaustos, uno de ellos cubierto con pintura blanca que habían arrojado, junto con agua y aceite, los jóvenes rebeldes contra los miembros de las fuerzas de seguridad al resistir su desalojo.