La última gran polémica, sin embargo, se ha organizado en torno a marca deportiva norteamericana Nike y las sanciones impuestas por la Casa Blanca al régimen iraní hace más de 40 años, cuando aún no habían nacido ninguno de los jugadores de la selección persa.

Un castigo de otro tiempo, obsoleto, impuesto por razones ajenas al fútbol, que ha obligado a un grupo de jóvenes a gastarse parte de su sueldo -excepto casos aislados, los futbolistas iraníes están muy lejos de los emolumentos de las estrellas- en botas de fútbol, su herramienta de trabajo más elemental.

Y ha extendido una sensación de injusticia y abandono en un grupo de hombres que solo ambicionan jugar al fútbol y que en algunos casos, como el del capitán Masud Shojaei, incluso se han enfrentado de manera abierta al régimen iraní en demanda de cambios, poniendo en riesgo su propia carrera y su presencia en el mundial.

"No quiero hablar de eso, solo quiero decir que la política no tiene que ver nada con el deporte, aunque eso fue lo que intentó hacer Nike, y no creo que fuera bueno", explica a Efe Alireza Jahanbakhsh, una de las estrellas de la selección persa, sorprendente líder del grupo B.

"Yo no soy el responsable de hablar de esto, pero sí, hemos firmado una carta todos los jugadores, la hemos mandado a la FIFA y probablemente la enviemos Nike. Esperamos tener buenas reacciones", agregó.

A día de hoy, nada se ha resuelto y los jugadores iraníes deberán jugar frente a España con las mismas botas con las que derrotaron a Marruecos el pasado 15 de junio en el estadio de San Petersburgo, y que han pagado de su bolsillo. La mayoría de ellas de la marca Adidas, la misma que viste al combinado asiático.

La multinacional deportiva norteamericana aseguró a Efe al inicio de la polémica que no es "una decisión nueva" y que "lleva años respetando los requisitos legales" que imponen las sanciones de EEUU a Irán.

Y es precisamente en este punto donde las últimas palabras acerca del asunto del entrenador iraní, Carlos Queiroz, cobran una dimensión especial.

En declaraciones a Efe, el portugués se preguntó por qué si es un asunto antiguo, ya conocido, alguien ha querido sacarlo de nuevo a la palestra a días del inicio de la Copa del Mundo, en la que Irán participa por quinta vez.

A lo que añadió unas crípticas palabras que dejaban entrever que las dificultades a las que tiene que hacer frente su equipo van más allá del terreno deportivo.

"Queremos dedicar esta victoria, tras tanto sacrificio, a los verdaderos seguidores del equipo nacional, quiero excluir aquellos que pusieron en riesgo la preparación de Irán. Nuestra victoria es para aquellos que realmente apoyaron al equipo y para no aquellos que pretendieron parecer que lo apoyaban", afirmó.

Flechas que tenían como objetivo tanto a quienes dentro de la propia República Islámica tratan de reducir la presencia internacional del equipo, que hace más visible y patente la crueldad del régimen de los Ayatolá.

Fuerzas retrógradas dentro de la dictadura que observan con desagrado cómo las mujeres entran en los estadios, se quinta el velo y muestran un Irán diferente, más rico y heterogéneo, del que ellos tratan de vender.

Y a todos aquellos fuera de Irán que preservando la estrategia del enfrentamiento fortalecen el destructivo discurso de esas mismas fuerzas retrógradas, acallan a los que defienden la apertura y la reforma, y hurtan a los iraníes las vías y herramientas para reclamar la libertad.