Hoy día gozamos de coches extremadamente seguros gracias a la utilización de crash dummies en las pruebas de choque, unos maniquíes hiperrealistas que simulan a la perfección los daños que pueden sufrir las personas en un accidente de tráfico. Pero antes de disfrutar de esta tecnología tan innovadora, se han tenido que realizar ensayos con cadáveres, animales e incluso pruebas con voluntarios. La historia de los crash dummies está repleta de curiosas anécdotas y de héroes anónimos a los que hoy les deben la vida millones de personas.

La irlandesa Mary Ward es, según los registros, la primera víctima mortal en un accidente de tráfico, al ser expulsada de su vehículo tras un choque en el año 1869. Lo que comenzó como una anécdota se convirtió en algo demasiado habitual cuando se incrementó el número de coches que circulaban por la calle, especialmente con la llegada de la producción de automóviles en escala en 1890.

La fabricación en masa de coches hizo que descendieran mucho sus precios, lo que acabó popularizando su utilización hasta el punto en que ya en 1930 era un producto bastante común… aunque también peligroso. Su habitáculo era toda una amenaza ante posibles accidentes, ya que contaba con rígidos elementos metálicos en el salpicadero, columnas de dirección que se proyectaban hacia el conductor en caso de choque frontal y, por supuesto, no disponían de elementos básicos hoy día como el cinturón de seguridadcinturón de seguridad o el airbagairbag.

Crash test con cadáveres

El preocupante aumento de víctimas mortales en accidentes de tráfico motivó la realización de pruebas de choque con el fin de buscar soluciones que minimizasen los daños. A finales de 1930, la universidad Wayne State de Detroit fue la primera que comenzó a recabar información de forma sistemática sobre los efectos que los choques en vehículos a alta velocidad producen en el cuerpo humano. Y la mejor forma para hacerlo era con la utilización de cadáveres. A éstos se les dotaba de rudimentarios acelerómetros y se ataban a los coches (no existía todavía el cinturón de seguridad), que eran sometidos a su vez a potentes choques frontales y agresivos vuelcos.

Pese a que estas pruebas ofrecieron más información de la que nunca se había obtenido antes en favor de la seguridad, pronto se encontraron con los primeros inconvenientes. Como no, surgieron críticas de aspecto moral y ético a la utilización de cadáveres, pero el mayor problema fue la escasez de ‘candidatos’ y su baja representación demográfica. Cada vez costaba más hacerse con un cadáver un los que estaban ‘disponibles’ eran en su mayoría varones caucásicos de avanzada edad, con lo que no se podían comprobar daños en otros usuarios como mujeres o niños.

John Paul Stapp, el auténtico hombre bala

Muchas de las vidas que se salvan hoy día en accidentes de coches se deben a auténticos héroes, o kamikazes, que se jugaron literalmente la vida para investigar los daños en un choque automovilístico real o en pruebas extremas. El caso más conocido es el de John Paul Stapp, médico y cirujano de la fuerza aérea norteamericana, que se sometió voluntario a pruebas que hasta entonces se consideraban sobrehumanas para descubrir nuevos métodos de protección para los aviadores y automovilistas.

Para experimentar los efectos de la sesaceleración en los humanos, Stapp se subió a un trineo con seis cohetes que ejercían 13.000 kilos de empuje, lo que permitió en una pista de 600 metros alcanzar 700 km/h y después desacelerar de tal modo que llegó una fuerza de 22 G. Para hacerse una idea de esta gesta, los pilotos de Fórmula 1 aguantan hoy día unas fuerza de 6,5 G.

Pero su hazaña más sonada fue la que realizó el 10 diciembre de 1954. En esa ocasión se incrementó hasta nueve cohetes, lo que generó 18.000 kg de empuje para llegar a 1.000 km/h en apenas cinco segundos, es decir, más rápido que una bala. Pero lo peor lo experimentó al frenar ya que se sometió a una sobrehumana fuerza de 46G cuando deceleró de 100 km/h a 0 en sólo en 1,4 segundos, lo que correspondía a chocar con un muro a 200 km/h. Como consecuencia de ello le estallaron los vasos sanguíneos. Lejos de arrepentirse, el Stapp bromeó diciendo “esta vez me tendréis que preparar un bastón y perro lazarillo” de camino al hospital. Por suerte, el coronel recuperó la visión en unos días y siguió sometiéndose a pruebas.

Con el tiempo Stapp se percató de que el ejército americano perdía casi tantos hombres en el aire como en tierra con accidentes de coches, por lo que decidió dedicar sus esfuerzos a mejorar la seguridad de los vehículos. Construyó unas instalaciones donde realizó miles de pruebas de choque utilizando con el tiempo los primeros dummies. Y de estos test surgió la ley por la que en 1966 el presidente Lyndon Johnson obligaba a los fabricantes de vehículos a instalar cinturones de seguridad en sus coches. Aunque este es logro más notable de su carrera, gracias a Stapp y otros héroes similares, los coches son hoy día capaces de salvar vidas en accidentes estremecedores.

De cerdos al volante a complejas réplicas humanas

Superada la etapa de los cadáveres y sin más kamikazes como Stapp, el siguiente recurso era utilizar animales, algo que por desgracia se ha hecho desde siempre en ensayos clínicos e incluso ensayos espaciales. Se utilizaron desde chimpancés en vehículos a osos en otras pruebas de choque, pero las principales víctimas fueron los cerdos, que incluso se anestesiaron para poder situarlos en el puesto de conducción.

Como no podía ser de otro modo, esta práctica se impidió con el paso del tiempo por los derechos de los animales, con lo que no quedó otro remedio que recurrir a algo que por suerte no atentara contra la sensibilidad y la moral. Fue entonces, cuando en 1949 Samuel W. Anderson creó el primer dummy, que llamó “Sierra Sam”. En realidad este muñeco no estaba destinado a la automoción sino a probar asientos eyectables en aviones de guerra. Los primeros dummies utilizados en coches se construyeron ya en la década de los 50. El propio Anderson creó una serie especial para Ford y General Motors llamada VIP-50.

Con los años llegaron los dummies denominados Hybrid y en 1972 se lanzó la serie Hybrid II más realista y con elementos como rodillas, hombros y columna vertebral, además de una respuesta de movimientos más fiel a la realidad. En 1976 nació la serie Hybrid III con un hombre de percentil 50, al que ponto se acompañó de un hombre de percentil 95, una mujer percentil 5, y dummnies de niños de tres y seis años de edad. Desde entonces los dummies se han desarrollado tanto que con infinidad de avances técnicos en su interior y estructuras que imitan a la perfección al ser humano, son capaces de brindar infinidad de datos a los ingenieros, no sólo tras un crash test, sino también en simulaciones virtuales.

Al margen de las pruebas oficiales, las firmas automovilísticas realizan sus propios estudios para hacer cada vez más seguros los coches que comercializan. Tal es su preocupación por el bienestar de los usuarios, que Toyota ofrecerá su software de modelación humana virtual —Total Human Model for Safety (THUMS)— gratuitamente a partir de enero de 2021 como parte de su visión a largo plazo por una movilidad más segura, con cero accidentes de tráfico, y su línea de actuación para contribuir a lograr una sociedad mejor. THUMS es un software de modelado virtual del cuerpo humano para efectuar el análisis informático de las lesiones corporales consecuencia de los accidentes de tráfico. El acceso gratuito a THUMS, y el uso que harán de estos ‘dummies’ virtuales una mayor variedad de usuarios, mejorará la seguridad de los automóviles.