El vehículo eléctrico está en una época de cambio. Las inversiones de los fabricantes en I+D han servido para acabar con muchos de los mitos, y pegas, que presentaban esta nueva movilidad. Una de ellas, posiblemente la más importante, era la autonomía, y ahora con más de cuatrocientos kilómetros de media, se resuelven muchos problemas. Sin embargo este cambio obliga a hacernos muchas preguntas a la hora de plantearnos su adquisición. Si fundamentalmente el uso que le vamos a dar es urbano, la solución es perfecta. Con esa autonomía, y la incorporación de la frenada regenerativa, van a ser muchos los kilómetros y días que vamos a poder rodar sin necesidad de enchufar el vehículo.

Esta circunstancia nos saca un peso de encima, y es la ausencia de infraestructura de carga, limitada en nuestras ciudades a los centros comerciales. Con disponer de cargador en nuestro garaje es suficiente, y ese tampoco será un problema, pues con el cambio de la Ley de Propiedad Horizontal, con comunicarlo simplemente al presidente de la comunidad no vamos a tener problema para la instalación del cargador ya que no necesitamos permiso de la comunidad.

Si el vehículo lo necesitamos para largos desplazamiento, es importante analizar los posibles puntos de recarga, para ver si es factible. Otra cosa es el precio de vehículo eléctrico, pero eso ya es harina de otro costal, y de difícil solución.

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