Cuentan que un fiel mahometano, angustiado por su vida, harto de las discusiones entre sus tres mujeres, acudió a un derviche para pedir consejo, tratando de aliviar su inquieta existencia. Y el derviche, tras escucharle, le dijo: "Cómprate una cabra". Un tanto perplejo el fiel mahometano no osó discutir la sabiduría del monje y se compró una cabra. A partir de ahí, su vida fue mucho peor. Dentro de la jaima no sólo no cesaron las discusiones de las tres mujeres, ni se sofocaron los llantos de los niños, sino que los saltos de la cabra convirtieron la vida en algo más penoso.

Al cabo de una luna, el fiel mahometano fue de nuevo a contarle sus desdichas, y el derviche le ordenó: "Cómprate otra cabra". Así lo hizo el obediente y, en cuanto las dos cabras se juntaron, vivir dentro de la jaima se convirtió en un tormento, por lo que a la otra luna, desesperado, el derviche recibió de nuevo la visita del angustiado hombre, que se quedó perplejo cuando escuchó: "Compra una tercera cabra". No le hubiera hecho caso de no ser por la fama que tenía en toda la comarca, pero contaban tantos milagros de su sabiduría que, aún temiendo lo que esperaba, se hizo con otra cabra. Y aquello fue espantoso. Tres mujeres, tres cabras y varios niños son una mezcla que hace que la vida se observe como un tormento sin fin.

Así que, por cuarta vez, acudió a contarle al derviche que sus penas aumentaban y éste le aconsejó: "Vende una cabra". Mejoró su situación. Y todavía se hizo más llevadera cuando vendió las otras dos cabras, siguiendo las instrucciones del sabio monje. A partir de ahí, consideró que su vida era feliz.

Compramos la cabra de las amenazas de ETA, la cabra de la extorsión y la cabra del tiro en la nuca. Hemos vendido la cabra del asesinato y todo el mundo parece mucho más feliz. Los empresarios siguen siendo extorsionados y los inocentes continúan sin atreverse a hablar en voz alta para que no los amenacen o los discriminen o los señalen. A lo mejor, volvemos al punto de partida y nos creemos que somos felices.