Hace unos días Fabio Capello declaró a unos periodistas que le gustaba España, porque había orden, y que eso, en parte, era debido al régimen de Franco. Teniendo en cuenta que Franco murió en el año 75 del siglo pasado, no han faltado numerosas voces que han criticado -y con razón- unas aseveraciones tan extravagantes como incoherentes.

También hace unos días, el nuevo presidente de Bolivia, Evo Morales, en una entrevista, más difundida a través de un vídeo por Internet que por las televisiones autonómicas y nacionales, declaró que Fidel Castro era un demócrata y que Cuba, en realidad, era una democracia. Pues bien, la opinión de un entrenador de fútbol ha recibido muchas más severas admoniciones por parte de nuestros politólogos que las que ha recibido un jefe de estado, en su delirante y peculiar entendimiento de que un dictador puede ser un demócrata. Cuestión de sensibilidades.

En la recién inaugurada feria de ARCO, puede verse un montaje en el que Cristo aparece con un misil en la mano, y hasta el momento no parece que los católicos hayan elevado protestas, ni se hayan incendiado embajadas y consulados, ni ninguno de nuestros gobernantes haya pedido sensibilidad a los artistas, ni siquiera se han publicado cartas en las que los abajofirmantes solicitaran que la libertad de expresión tenga los límites del respeto a las creencias religiosas. Otrosí, un actor en Madrid, en un teatro, se disfraza de Papa en el escenario, y hace parodia de consagrar un preservativo, y ni siquiera las ancianas de guardia han acudido a rezar el rosario a la puerta del teatro. Cuestión de sensibilidades.

Parece, pues, que a los cinco millones de católicos que acuden todas las semanas a misa, más a los otros millones no practicantes, difíciles de cuantificar, se les puede insultar en sus creencias, mientras que la más leve ofensa que se produzca a los musulmanes en Dinamarca merece la valiente y corajuda crítica de nuestros representantes. Cuestión de sensibilidad.