Tengo que reconocer mi pecado: me gusta el cine americano y, por eso, algunos creerán que soy un caso perdido, una reaccionaria sin remedio, lo peor y más carca de la sociedad. Dicho esto, me quito el sombrero ante el cine europeo de calidad. ¡Qué delicia esos Chicos del Coro! Y por supuesto admiro profundamente a algunos directores españoles que, como Amenábar hoy y Almodóvar ayer, han mostrado al mundo entero la genialidad española.

Estoy harta, verdaderamente harta, de oír año tras año con motivo de los Goya cómo nos autocomplacemos en lo mediocre, cómo nos miramos al ombligo endogámico con esa eterna queja de la crisis. ¿Por qué la calidad tiene que estar reñida con un buen éxito en taquilla? Podemos 'pintar la mona' como queramos, pero si nuestras películas no son bien recibidas por el público es que falla algo. Cuando una película española tiene éxito, rápidamente es una horterada destinada a la España profunda. A mí no me gusta Torrente, pero entiendo que su director, por mucho que le pongan a parir sus compañeros más puristas, conecta con un tipo de público que llena las salas y yo eso lo respeto.

Nuestro problema en el cine y en otras muchas cosas es que somos excluyentes, y como la envidia sigue siendo el gran deporte nacional, en el cine se practica el 'conmigo o contra mí', sin entrar en más consideraciones. El sector debería por una vez pararse y reflexionar. Tenemos buenos directores, excelentes actores y destacados guionistas. Nuestro cine necesita de ayudas, aunque no entiendo porque ese sector se cree con derecho a estar subvencionado independientemente de la calidad de sus productos, cosa que no ocurre en ningún otro ámbito de la cultura. Entonces, ¿qué falla?

Sin duda la complicidad con el espectador. El cine es un gran medio de masas y no podemos repudiar que así sea. ¿Por qué el cine español sigue anclado en el más puro lamento? Aquí hablar de cine americano produce urticaria, pero todos se ponen 'cachonditos' ante la posibilidad de recibir un Oscar en Hollywood. ¿En qué quedamos? Si Spielberg o Scorsese son meros instrumentos para hacer taquilla y nosotros estamos tocados por la genialidad del arte, ¿por qué las películas españolas, salvo honrosas excepciones, tampoco alcanzan éxito internacional?

Soy una espectadora sin más, me gusta el cine que me entretiene, me divierte, me hace pensar, reflexionar y también soñar y evadirme. Soy una pobre inculta que no tiene mayores prejuicios a la hora de ocupar mi sillón en la sala. Me gustan las películas que a mi corto entender son buenas. Yo diría a esos sesudos directores que tanto se quejan de nosotros, los espectadores, que dejen de llamarnos analfabetos. Mi entrada la pago yo y tengo derecho a elegir mi butaca de patio. Mi analfabetismo cinematográfico es mío y, ustedes a lo suyo, dejen de insultarnos y, por favor, a llorar a otra parte.