El poder del pescado... y los derechos de las pescaderas
Dos de cada tres profesionales tienen cargas familiares, pero desconocen las medidas de conciliación aplicables a sus puestos de trabajo. Fedepesca impulsa un plan específico de perspectiva de género con medidas de apoyo al gremio, actividades de empoderamiento femenino y protocolos contra el acoso.

Una clienta usando el Bono Peixe de la Xunta en la pescadería gallega «De Mi Barrio». / Alba Villar
Madrugones para ir a la lonja, horarios partidos, picos de demanda sin posibilidad de darse un pequeño respiro, atención continuada a la clientela... Son solo algunas de las condiciones laborales habituales del colectivo profesional que trabaja en las pescaderías. Una rutina con la que difícilmente se puede compatibilizar, de normal, la vida, como así expone el diagnóstico publicado ayer por Fedepesca dentro del proyecto Fishmongers 4 Blue Aquaculture Growth (F4BAC). Dos de cada tres pescaderas y pescaderos reconocen tener cargas familiares, pero paradójicamente la misma proporción no sabe qué medidas de conciliación son aplicables a su puesto de trabajo. La asociación ha lanzado el estudio junto a un plan específico de perspectiva de género con medidas para apoyar al gremio, actividades de empoderamiento femenino y protocolos antiacoso.
Se trata, en todo caso, de un análisis a tener en cuenta en Galicia, que como recoge el informe es la tercera comunidad del país con más negocios dedicados a la venta de productos del mar —todo un catálogo de pescados y mariscos que se configuran como ingredientes clave de una dieta equilibrada por los beneficios que genera su consumo, en caída libre, para el organismo—. Unas ventas que el sector trata de reactivar, eso sí, a la par que se recicla en materia de igualdad e inclusión como puede.

Una pescaderas, en plena faena / FdV
Rasgos estructurales
Y son dos los rasgos estructurales a los que, según confirma el diagnóstico, más atención debe prestar: el envejecimiento del colectivo —predominan las personas mayores de 45 años, tanto en hombres como en mujeres— y el techo de liderazgo femenino en la propiedad y la gerencia de las pescaderías. Los puestos de responsabilidad —muchos autónomos con personal a cargo— están ocupados por hombres en su mayoría, algo que solo cambia en el personal asalariado, donde la distribución por sexos es más equilibrada. Esta combinación de pocos jóvenes y escasa presencia de mujeres en los puestos de mando o como titulares de los establecimientos ralentiza la adopción de medidas de conciliación y la formalización de protocolos efectivos en tienda, aunque no es la única barrera importante.
En Galicia hay 1.074 pescaderías registradas según los últimos datos disponibles, relativos a 2024: 261 empresas con 558 personas empleadas y 813 negocios de personas autónomas. La comunidad se posiciona en el top tres nacional, únicamente por detrás de Andalucía (3.149) y Cataluña (1.771), y con las provincias de Pontevedra (684) y A Coruña (498) en sexto y octavo lugar. La base empresarial del sector gallego —muy atomizada y con alto peso del trabajo autónomo— condiciona también la capacidad de implantar políticas de igualdad, sobre todo si no existe asistencia técnica y financiera.
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