La dura cosecha del marisqueo vigués
El mal tiempo no impidió que esta semana volviesen a O Areíño los mariscadores de la Cofradía de Pescadores «San Francisco». Seis meses después de sembrar 400.000 semillas de almeja babosa, destinada a repoblar la zona, el bivalvo no abunda pero han logrado su objetivo: «Que el banco no vaya a peor».

Los mariscadores de la Cofradía de Pescadores «San Francisco» de Vigo, vuelven a O Areíño seis meses después de sembrar 400.000 semillas de almeja babosa / Pedro Mina
O Areíño fue en su día la zona prolífica del marisqueo vigués. Un vergel superproductivo en el que la almeja babosa abundaba y daba de comer a decenas de profesionales y familias que vivían de la ría, pero que, como tantas otras especies de bivalvos, se vio sumida en una crisis de mortandad que abocó su producción a mínimos. A una situación que incluso llevó a los mariscadores a salir del agua, frenar en seco y replantearse cómo proceder. La Cofradía de Pescadores San Francisco acabó optando por labrar la costa de la misma manera que los granjeros trabajan la tierra, con siembras paulatinas para tratar de recuperar el recurso. Con mimo, dedicación, y sobre todo, esfuerzo y calma. La del pasado mes de abril fue la enésima repoblación que ha impulsado la asociación, echando al mar 400.000 ejemplares de la cotizada Venerupis corrugata. Han pasado seis meses desde entonces y esta semana los labradores han vuelto para recoger sus frutos entre la niebla. La realidad es que el molusco continúa sin ser excesivo, como lo era antaño, pero eso realmente no importa. «El objetivo no es recoger lo sembrado, sino que el banco no vaya a peor. Y me da la sensación de que lo hemos logrado», comenta a FARO el patrón mayor del pósito olívico, Iago Soto.
El mal tiempo no impidió que varios de los capachos allí presentes luciesen unos cuantos kilos de conchas, suficientes para dar por amortizada la jornada. Pero sí que evitó que los biólogos pudiesen hacer un buen muestreo. La marea, alta, tampoco ayudó. El seguimiento es constante en este lugar, que sin embargo sí arrojó buenos datos en el último monitoreo realizado. Parece que se está conteniendo la caída. Que el deterioro manifiesto se está revirtiendo.
«Llevábamos mucho tiempo sin venir, todos los meses de verano. Y nuestra idea es ir viniendo poco a poco, una o dos veces al mes», remarca Soto, para quien la siembra de almeja es similar a la siembra de una huerta. «No pretendemos confiar en ellas para tener ingresos, las hacemos como medida para revertir los impactos que hay en el banco», agrega, no sin antes recordar que «O Areíño era el más productivo de todos».

Un profesional trabaja la ría equipado con su angazo. / Pedro Mina
De la primavera al otoño
Que la almeja babosa se plante cada año en abril no es pura casualidad. En esta época del año se evitan los extremos climáticos —ni los días de frío de enero ni el calor de julio o agosto favorecen la repoblación—. Los mariscadores abren pequeños surcos en la arena, reparten la cría sin apelotonarla y la cubren para facilitar su arraigo. Un ritual que se repite al inicio de cada primavera y termina en otoño. ¿Y por qué en este lugar? Porque la experiencia ha demostrado que este tipo de actuación funciona bien. «Es un banco bastante cerrado. Está más protegido frente a temporales, y eso ayuda a que la cría prospere mejor», destacaba el patrón mayor del pósito olívico hace medio año, cuando este periódico también recogía el intento de resurgir de la almeja viguesa.
La cría depositada en esta última tanda llegó procedente de un criadero de la ría de Arousa, pero lo cierto es que siempre debe ser autóctona y cumplir todas las condiciones sanitarias. La siembra fue exprés, en menos de cuatro horas, porque la Cofradía de Pescadores San Francisco trató de que pasara el menor tiempo posible fuera del agua para garantizar el éxito del proceso. Solo hicieron falta seis que, con el apoyo del patrón mayor, lograron la hazaña sobre una extensión mayor de lo habitual.
Iniciativas como esta favorecen la prosperidad de la cría en una zona que ha sufrido pérdidas significativas —la producción llegó a reducirse a la mitad, como consecuencia de las lluvias torrenciales registradas hace años—. Un trabajo en todo caso duro y solo posible esta vez gracias al Fondo Europeo Marítimo, de Pesca y de Acuicultura (Fempa). Esa partida que alimenta tantos proyectos del sector del mar gallego y a la que Bruselas pretende arrebatar dos tercios del presupuesto en el próximo septenio —un hachazo del 67%—, dejando en el aire su continuidad.
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