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Una alfombra de cien mil peces muertos

La alfombra de peces muertos del «Margiris»

La alfombra de peces muertos del «Margiris» / Sea Shepherd

Lara Graña

Lara Graña

Más de cien mil peces muertos. Un inmenso pegote de bacaladillas aplastadas en el Golfo de Vizcaya, frente a las costas de La Rochelle. Un «incidente» —así lo reconoció su armadora, Parlevliet & van der Plas— protagonizado en febrero de 2022 por uno de los titanes de la pesca de arrastre, el Margiris, segundo mayor pesquero del mundo gracias a sus 142 metros de eslora y 9.500 toneladas GT.

La patronal a la que pertenece la compañía, la Pelagic Freezer Trawler Association (PFA), limitó aquel escándalo a la rotura «accidental» de los aparejos, de ahí que el buque vomitara aquella masa de peces «sin querer». Aquello avivó el debate contra este tipo de buques en aguas de la UE, que enseguida desapareció de la esfera pública.

El Margiris ya había dejado huella mediática en la prensa británica años antes. Según los datos obtenidos en septiembre de 2019 por el diario Independent, llevaba tres semanas capturando unas 68 toneladas diarias de jurel, y otras dos de sardina. Entidades como Greenpeace amplificaron su crítica a este tipo de buques en las redes, y acusaron a Parlevliet & Van der Plas de aniquilar a cientos de delfines. “Siempre respetamos la ley, las capturas accesorias ha sido nulas en el Margiris. Solo producimos para consumo humano, y el pescado se exporta al Lejano Oriente y a África”, apuntó un portavoz. Producto low cost. Se inició incluso una campaña de recogida de firmas, registrada en la web de peticiones del Gobierno británico, para prohibir la actividad de súper arrastreros en sus aguas.

No fue su único contratiempo. El Margiris había tenido varios nombres, pero a comienzos de la pasada década fue rebautizado como Abel Tasman, en honor al explorador y marinero holandés que cartografió, con su equipo, la costa de Australia. No le sirvió como gancho para operar en este país de las Antípodas, que lo acabó expulsando y aprobó un veto por dos años a este tipo de embarcaciones. La armadora llegó a intentar, sin éxito, conseguir una licencia para que el buque operara como factoría flotante. Irlanda o Chile también exhibieron un cartel de not welcomed (no bienvenido).

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