La pequeña gran flota postal

El vigués Paulo Sevilla atesora una colección de 2.500 sellos de barcos que comenzó con su padre Luis hace más de 10 años. Su afición compartida por la filatelia les llevó a impulsar un negocio en la ciudad, reconvertido totalmente con la llegada de internet, el correo electrónico y la venta «online».

El vigués Paulo Sevilla muestra la colección de sellos de barcos que completa con su padre Luis.

El vigués Paulo Sevilla muestra la colección de sellos de barcos que completa con su padre Luis. / Marta G. Brea

Vigo

El primer sello de Correos que recogió la figura de un barco lo hizo tarde y tímidamente. Se emitió en 1926, a los 76 años de arrancar la producción postal, y el buque aparecía en el fondo, navegando en el horizonte y con un hidroavión Plus Ultra sobrevolando el mar. La pieza correspondía a una serie de correo aéreo a beneficio de la Cruz Roja, y con esa primera y fugaz aparición los barcos fueron dejándose ver cada vez más, aunque a cuentagotas, en la correspondencia que los españoles se enviaban antes de que existiera internet, fuese posible mandar un email o Amazon acaparase el negocio del reparto y la mensajería a nivel mundial. A ese barco le siguieron otros como las tres embarcaciones de Cristóbal Colón —La Santa María, La Pinta y La Niña—, en homenaje al descubrimiento de América; los buques de investigación Las Palmas y Hespérides, para recordar su trayectoria en la Antártida y el conocimiento científico aportado a la sociedad; o al buque escuela Juan Sebastián de Elcano, por su compromiso con la formación náutica. También hubo espacio entre esos diseños para algunos pesqueros, como los que navegaron en las series realizadas con motivo de la antigua Exposición Mundial de la Pesca de Vigo.

Muchas de esas reliquias forman parte hoy de la pequeña gran colección de sellos de barcos que el vigués Paulo Sevilla lleva más de una década alimentando junto a su padre, Luis, de quien hereda y con quien comparte la afición. «Él fue marino, estuvo en la Escuela de Transmisiones y Electrónica de la Armada (ETEA), y al hacer la mili y conocer a mi madre se quedó aquí —explica—. Siempre nos ha gustado el mar y la pesca. De hecho tenemos barco y siempre que podemos lo cogemos. A mí además me encanta el submarinismo».

El repertorio ronda ya los 2.500 ejemplares, cada uno diferente del anterior. Estados Unidos, Reino Unido, Portugal, Hungría, Suecia, Grecia, Indonesia, Japón, Polonia o Guinea Ecuatorial enarbolan parte de las banderas de su flota, que cuenta con 150 nacionalidades y habla casi cualquier idioma: «Hay barcos de medio mundo».

El vigués Paulo Sevilla muestra la colección de sellos de barcos que completa con su padre Luis.

Algunos de los sellos de la colección viguesa. / Marta G. Brea

La afición por la filatelia que Paulo comparte con su padre les llevó a impulsar un negocio físico en la ciudad, reconvertido totalmente con la llegada de Google y el resto de buscadores, el correo electrónico y la venta online. El local cumple este año su décimo aniversario en el barrio de Teis, a menos de un kilómetro de la ría, bajo un enorme letrero del que cuelgan las letras VicusCoin; ofrece además de sellos un abanico de monedas históricas y otras antigüedades, algunas también vinculadas al mar; y compagina su actividad entre su clientela presencial, mayoritariamente jubilada, y el envío de pedidos a otras partes de España e incluso al extranjero.

«El coleccionismo de sellos ya no es algo cotidiano, se ha perdido. La digitalización ha globalizado las ventas y ahora cualquiera puede comprar el sello que busca desde su teléfono móvil y recibirlo de cualquier parte del mundo», destaca Paulo. Y con las tiendas pasa lo mismo: «Hay muchas que hace 50 años estaban llenas de clientes que ahora están prácticamente vacías. Somos de los pocos que quedan».

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