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Las redeiras luchan contra su extinción

El colectivo convive con la falta de relevo generacional

Su edad media ronda los 54 años y se jubilan por encima de los 67

Siete de cada diez no llegan al salario mínimo

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Redeiras en sus instalaciones de Cangas Gonzalo Núñez

Hay pocos oficios en Galicia más feminizados e invisibilizados que las redeiras, discretísimas secundarias en el mundo de la pesca. Del arreglo de los aparejos se encargaban tradicionalmente las mujeres, hijas u otras familiares de los marineros. Lo hacían como complemento a otros trabajos y, casi siempre, de manera informal. Por eso cuando el Prestige se partió en dos a las 8 de la mañana del fatídico 19 de noviembre de 2002 tras varios días a la deriva y tiñó de negro buena parte de la costa de la comunidad, ¿qué ayudas podían reclamar a pesar de ser víctimas directas también? “La tragedia puso en valor la necesidad de que estas artesanas estuvieran dadas de alta y se constituyesen como colectivo profesional dentro del sector de la pesca, de tal modo que, ante situaciones de este tipo, pudieran ser reconocidas”, recuerda la Federación galega de redeiras O Peirao, nacida, precisamente, del impulso al asociacionismo en el colectivo por parte de la antigua Consellería de Pesca e Asuntos Marítimos –hoy Consellería do Mar–, llamando a las redeiras para dar un paso adelante. “O Peirao es fruto de las inquietudes e intereses comunes, encaminados a conseguir el reconocimiento profesional y la dignificación del trabajo en las redes de pesca”, señala la entidad, que acaba de elaborar con la Xunta el primer diagnóstico en profundidad del panorama sociolaboral del colectivo, “en serio riesgo” de continuidad por falta de relevo generacional.

De los 448 profesionales dedicados al arreglo de redes en toda España, en Galicia trabajan 375, y la inmensa mayoría (342, el 91%) son mujeres. En 2006 había 541. “La causa mayoritaria que explica las bajas es el paso de las redeiras á la situación de pensionistas”, señala el informe. Lo hacen, de media, a los 67,2 años, “lo que pone de manifiesto el fuerte envejecimiento de este colectivo –subraya– y la problemática de relevo generacional de la profesión”. Su edad media es de 53,8 años y dos de cada diez superan los 60. ¿Cómo dar la vuelta a la situación? Desde la federación hablan expresamente de “mejorar las condiciones laborales”.

Empiezan jóvenes, con poco más de 23 años de media. Incluso el 38% se inició en la profesión con menos de 16 años. Sin embargo, cerca de la mitad tiene cotizados solo entre 16 y 25 años. Un desequilibrio que, en parte, viene de esa histórica concepción del oficio como un extra a mayores de otro empleo, algo que, según O Peirao, está “mayoritariamente superado”. De hecho, a partir de las cargas de trabajo de 2021 y 2022, alrededor del 80% de las redeiras gallegas asegura que trabajó a jornada completa con tarea suficiente para todos los días laborales del mes; y el 95% supera las 8 horas por jornada, “incluyendo tareas no productivas pero necesarias para el desarrollo” de la actividad.

Las armadoras son el cliente principal. De ahí procede casi el 82% de los encargos. Prácticamente siete de cada diez redeiras operan en artes menores, el 53% realiza o repara cerco, un 13,1% con el palangre y el 6,8% con redes de arrastre. Combinan artes y su especialización depende de las artes mayoritarias en sus respectivos puertos, aunque “a medida que desciende la edad de las redeiras, la tendencia es dedicarse más al cerco y menos a las artes menores”.

Está preocupadas por la intrusión profesional, “una práctica aún relativamente normalizada en los puertos, y que tiene un impacto muy negativo en sus trabajos”, lamentan en el estudio elaborado con agrupaciones de Cangas, Portonovo, Cambados, Vilagarcía de Arousa, A Guarda, Marín, Porto do Son, Malpica, Cariño, Corme, Cedeira, Carnota, Ribeira, Lorbé, Sada, Burela, Foz y Viveiro. De ahí su reclamación de “un mayor apoyo por parte de las administraciones, junto con otras medidas como el etiquetado que permita la trazabilidad y el seguimiento de los aparejos”.

La suya es una carrera inestable, condicionada por las campañas de la pesca, el tipo de clientela y su modalidad de afiliación a la Seguridad Social, la mayoría autónomas. Afrontan picos de trabajo muy intensos y momentos sin apenas movimiento. En función de eso y la cantidad de horas diarias, hay mucha oscilación en los ingresos, pero el 68,6% de todas ingresa menos que el salario mínimo interprofesional (1.080 euros brutos). El 10% no pasa de 400 euros netos al mes; el 30% se sitúa entre los 401 y los 600 euros; otro 30% llega como mucho a los 800; el 20,4% alcanza de máximo los 1.000; y solo el 9,9% supera ese importe.

La salud les pasa factura por el tipo de trabajo y las condiciones en las que lo realizan. Solo cuatro de cada diez dicen que las instalaciones están en buenas condiciones. Ocho de cada diez redeiras sufren lumbalgias, contracturas y problemas en las cervicales; siete de cada diez pierden visión; y seis de cada diez padecen tendinitis, artrosis y estrés.

Después de años y años de reivindicación, la nueva Ley de Pesca incluyó al colectivo por fin y recoge un coeficiente reductor en la edad de jubilación, “entendiendo que la profesión tiene una serie de condicionantes físicos y de penosidad” que justifican adelantar el retiro. Es un gran avance, según O Peirao, pero se necesitan otros para asegurar “la supervivencia” del colectivo, como el fomento de una formación reglada y el reconocimiento del oficio en los certificados de profesionalidad.

los datos

  • 23

    Media de años en la que empiezan

    Hay incluso un 38% de las redeiras actuales que se inició antes de los 16 años. Casi la mitad cotizó entre 16 y 25 años

  • 342

    Mujeres en el sector en Galicia

    Son la inmensa mayoría del colectivo, formado en total por 375 personas. En 2016 ascendían a 541

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