Del “cuanto más mejor” a la sostenibilidad de nuestros océanos

El sector pesquero gallego se reivindica como primer interesado por el cuidado de la mar, pide mayor compromiso internacional e insta a penalizar la importación de los productos que no cumplan

El “Lodairo”, el mayor pesquero de España, en aguas noruegas

El “Lodairo”, el mayor pesquero de España, en aguas noruegas / Cedida

Si el mar fuese una escuela y las pesquerías dos tipos de alumnos, su situación no distaría mucho del panorama actual. Habría estudiantes que se prepararían día sí día también, viendo con impotencia cómo el contenido de sus pruebas cambia; adaptándose a la actualidad aún sabiendo que su rendimiento se podría ver afectado en ese intenso camino, pero todo con el objetivo de mejorar. De hacer el examen en perfectas condiciones. A su lado, no obstante, tendrían el ejemplo contrario, un compañero de pupitre que lejos de mejorar se ciñe a la regla del mínimo esfuerzo; al que siempre plantean los mismos interrogantes, que siempre contesta con las mismas respuestas. Cada uno con un profesor diferente, el examen del primero sería analizado en detalle por dos ojos nimios, rebajando la puntuación al mínimo error. En el caso del segundo, la revisión pasaría por una lectura acelerada, burda e incompleta. ¿El resultado final? Seguramente al principio se impondrían las capacidades de los alumnos que se esfuerzan, incluso sacando mejor nota pese a partir con clara desventaja, aunque ese sistema irracional acabaría haciéndoles desistir en el tiempo al ver cómo progresivamente se iba haciendo más injusto y los alumnos menos comprometidos con sus estudios lo iban aprovechando más en su favor. Si la sostenibilidad de nuestras aguas se equiparase a la educación, la pregunta sería evidente: ¿Vale la pena desvivirse frente a la inacción? Pero si esos exámenes fuesen pescado… ¿Con cuál te alimentarías?

Por el Día de los Océanos, el próximo 8 de junio, FARO ha charlado con pescadores, armadores y representantes del sector, así como ambientalistas, para tratar de abordar uno de los temas más sensibles y a la vez necesarios de cara al futuro, que no es otro que el bienestar de los recursos marinos y los objetivos a seguir para garantizar su conservación.

Pese a las discordancias, que las hay, sus posturas se acercan en aspectos cruciales y las principales conclusiones que pueden extraerse son dos. Por un lado, que la pesca, sobre todo la europea y consecuentemente la española y la gallega, han dado pasos para garantizar que su actividad sea lo más cuidadosa posible con el planeta. Por el otro, que ese comportamiento no se ha generalizado de igual forma en otras partes del mundo.

El barco de Cadilla en el Pacífico.

Trabajadores a bordo del “Lodairo” tratan el producto pescado. / Cedida

Determinadas flotas, por ejemplo las asiáticas, han dejado de lado sus responsabilidades; al menos según las distintas fuentes consultadas por este periódico, que reclaman más compromiso internacional en este sentido y medidas para garantizar la igualdad entre mercados. No obstante, mientras los pescadores o armadores defienden sentirse perjudicados por las restricciones que llevan sufriendo durante años, observando cómo las importaciones aumentan y sus márgenes se reducen, los ambientalistas mantienen que debemos ser pioneros... Que alguien debe abrir camino.

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Ambientalistas como Ricardo García, coordinador de pesquerías de WWF en España, reconocen que ha habido un “cambio importante” en el sector pesquero “para mejor” y la señal más evidente es “la recuperación de poblaciones” en el norte del Atlántico o el Pacífico. “Ha habido mejoras claras, como en integración ambiental o en la lucha contra la pesca ilegal”, incide, aunque “todavía quedan muchas cosas importantes por hacer”.

Destacando los pasos dados frente a otros caladeros que siguen “para abajo”, recuerda que “hay una percepción de que las ONG´s solo trabajan en Europa pero no es así”. “Trabajamos en otras partes del planeta, con muchas otras pesquerías, pero los pasos son más lentos. Es obvio”, mantiene, y en relación a la “desventaja” que denuncia el sector pesquero, también se muestra partidario de “ir filtrando productos de gran impacto –dice por los que importamos de las pesquerías menos comprometidas con el medioambiente– para permitir a la flota europea competir mejor”.

“La transición ecológica es imprescindible pero tiene que ser justa”, aclara García, quien pese a todo se muestra tajante respecto a las medidas adoptadas en el seno de los Veintisiete para mejorar la sostenibilidad de las aguas comunitarias. “No decimos que sea fácil pero siempre tiene que abrir camino uno”, manifiesta, reivindicando que todo este esfuerzo que se está realizando en Europa acabará llegando al resto de áreas marinas.

Para Manoel Santos, coordinador de Movilización de Greenpeace en Galicia, no hay conflicto con la pesca, pero sí con algunas artes pesqueras que consideran insostenibles, “que destruyen nuestros océanos y que deberían cambiar”. “Pero sí es cierto y no negamos que la pesca también hizo mucho en los últimos años, especialmente en nuestro país, por la sostenibilidad, por ser más selectiva o en términos de descartes”, admite.

“En general no podemos decir que toda la pesca gallega no sea sostenible. Sí hay artes que son insostenibles y buscar la sostenibilidad del arrastre de fondo es prácticamente imposible. Nosotros abogamos por la pesca artesanal, por la pesca sostenible, que además es la mayor parte de la pesca del litoral gallego. No es la que más dinero genera, ese es el problema, pero genera mucho más empleo y mucha más cohesión social”, añade.

Tras ensalzar el Tratado Global de los Océanos de la ONU –alcanzado por casi 200 países después de 20 años de negociaciones y que servirá para proteger el 30% del océano de cara al 2030–, lo equipara al Plan de Acción que impulsa Bruselas y defiende sus medidas: “Si las crea es porque el 65% de los stocks mundiales están altamente explotados”. Desde su entidad, que también considera un reto la descarbonización marina y aprovechará este 8 de junio para exigir una moratoria a la minería submarina, consideran que cada vez hay más “herramientas” para proteger la mar.

Al plato de Europa

Quizá uno de los mayores ejemplos de adaptación sea el buque Lodairo, el mayor pesquero español y de capital gallego. Actualmente haciendo campaña en aguas de Noruega, aunque también ha pasado por las comunitarias del Atlántico Norte e incluso Malvinas, es capitaneado por José Luis Otero, para quien “lo más importante es practicar una pesca sostenible”.

“Hay zonas que necesitan ser reguladas, como a partir de la milla 200”, dice en relación a la última localización, denunciando múltiples irregularidades de las embarcaciones chinas que allí faenan. “Barcos deplorables. Gente durmiendo apiñada, encima del puente, con la ropa por fuera, sin sistemas de seguridad. Gente esclavizada”, describe. “Son barcos donde se incumplen todas las normas que la flota europea debe cumplir, y lo peor de todo es que mucho de ese pescado llega a los platos europeos. Algo se está haciendo mal”, agrega.

El “Lodairo”, el mayor pesquero de España, en aguas noruegas.

El “Lodairo”, el mayor pesquero de España, en aguas noruegas.

A su parecer, las autoridades tienen que ver lo que pasa y poner orden en esos sitios donde reina la anarquía. “A nosotros se nos hace cumplir la ley al 100%, pero ellos pescan sin control”, remarca, denunciando que la falta de regulación está contribuyendo a la sobreexplotación de determinadas áreas marinas. Por este motivo, considera que los Veintisiete tienen que dejar de importar productos que no cuenten con las mismas garantías que exigen a sus pesqueros, y también reclama más cooperación entre la ciencia y la pesca en aras del ecosistema del que viven. Y en el que viven.

“El sector y los biólogos necesitan ir de la mano para conseguir el rendimiento máximo sostenible"

“El sector y los biólogos necesitan ir de la mano para conseguir el rendimiento máximo sostenible, pero siempre de la mano. Algunas veces parece que solo se tiene en cuenta una parte, sin considerar al sector”, dice Otero, en una afirmación que también comparte Iván López, presidente de la Alianza Europea de la Pesca de Fondo (EBFA) y precisamente el armador del buque Lodairo.

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Hace cuestión de días la flota atunera agrupada en la Organización de Productores Asociados de Grandes Atuneros Congeladores (Opagac) avanzó que invertirá siete millones de euros en 2023 y 2024 para conseguir que todas sus capturas tengan el certificado Marine Stewardship Council (MSC) que acredite la pesca responsable, pero esta es una medida que llega tras muchas otras como el decálogo de buenas prácticas que aprobaron en 2010 y el posterior código de buenas prácticas que se implantó en el seno de esta asociación. Hoy, con 180.000 toneladas de seis especies que ya poseen esta distinción, la mitad de las que explotan, cuentan además con 65 barcos certificados con esta norma de pesca de atún responsable, habiendo cerrado el círculo de la sostenibilidad integral, “tanto la medioambiental como la social”.

“Somos los primeros interesados en hacer las cosas bien y que somos los primeros interesados en mantener las poblaciones en las mejores condiciones posibles, intentando minimizar nuestro impacto en el ecosistema, reduciendo al máximo la captura incidental de especies no deseadas, manteniendo las poblaciones en un estado de rendimiento máximo sostenible y apoyando la mejor gobernanza posible de las distintas pesquerías”, expone Julio Morón, director gerente de la citada entidad.

Conforme apunta, en estos tiempos existen una serie de preocupaciones, y la mayor pasa porque las organizaciones internacionales de pesca funcionen: “Las poblaciones de atunes tropicales son stocks compartidos por las distintas pesquerías que los capturan y evidentemente no sirve que una parte de la flota esté gestionada y regulada, como lo está la nuestra, mientras otras pesquerías no contribuyen a ese control y a esa gestión. Hay pesquerías a la deriva en el Índico que son de un tamaño descomunal, aportan casi la mitad de las capturas de túnidos del océano y pertenecen a países que no están por la labor de colaborar en las mejoras de los stocks, como sucede con las objeciones que han presentado estados como Indonesia, India, Pakistán, Sri Lanka e Irán a los planes de recuperación de rabil. La regulación sigue recayendo sobre los barcos y países que cumplimos, pero resulta que otras naciones objetan esas regulaciones y no contribuyen a mejorar la población, con lo cual nuestro esfuerzo es en balde porque siguen capturando sin ningún control. Y eso es bastante complicado de afrontar a largo plazo, porque lógicamente la situación de las poblaciones no va a mejorar”.

Más de una preocupación

Para López también habría que cambiar el foco y, si hasta ahora siempre se ha regulado al productor, debería pasarse a regular el producto. “Habría que utilizar mucho más las medidas comerciales: “En vez de decir ‘usted tiene que pescar así en la UE’, lo que debería de decir es ‘para que la merluza pueda venderse en la UE tiene que estar pescada así’”. Conforme explica, eso automáticamente englobaría a los pescadores comunitarios pero también a los extranjeros que quieren introducir su producto en España u otros estados miembro, forzándolos –a expensas de las directrices que impongan sus respectivos países en materia de sostenibilidad– a adaptarse a las nuestras.

“En vez de decir ‘usted tiene que pescar así en la UE’, lo que debería de decir es ‘para que la merluza pueda venderse en la UE tiene que estar pescada así’”

Todo ello, prosigue, redundaría en la mejora de la calidad del pescado que se consumiría en Europa, así como en la menor huella que los barcos foráneos dejarían en los océanos donde faenan. Asimismo, deja claro que los mayores problemas del mar en ocasiones no vienen del mar, sino la actividad económica que se genera en tierra, a la que achaca gran parte de la polución.

“Quizá ahora mismo uno de los problemas más grandes que estamos viendo es el calentamiento del agua y eso produce desplazamientos de las poblaciones de peces, alejándose del ecuador y hacia los polos. La merluza ya no está donde estaba, está más al norte, apareciendo en otros sitios, y eso va a generar problemas porque irónicamente el acceso a los caladeros no es en base al pescado, sino a una geografía pintada en el mar que poco tiene que ver con la realidad”, reconoce.

Trabajador a bordo del “Lodairo” tratando el producto pescado

Trabajador a bordo del “Lodairo” tratando el producto pescado

En relación a la Política Pesquera Común (PPC), López no cree que la legislación sea excesiva en objetivos –afirma que son los que todos comparten–, aunque sí en cómo se aplica, en los controles, las exigencias, la burocracia y los tiempos: “Los objetivos de la PPC no son malos, pero no hay que confundirlos con las reglas de control y las maneras en las que se deben desarrollar. Cuando tú tienes una actividad ultrarregulada, y regulada por gente que no nunca ha estado en un barco de pesca, normalmente claro que tienes problemas”.

Formas de vivir

Los pasos que ha dado la pesca no han sido pocos y en el caso del palangre, una de las artes más selectivas, dan cuenta de ello. Durante los últimos años, el sector no solo se ha autoprohibido la captura de determinadas especies con el objetivo de contribuir a su repoblación, como el tiburón martillo, también se ha llevado a cabo iniciativas que van desde el reciclaje de aparejos hasta el aprovechamiento de la mayor parte del pescado durante su procesado.

“La evolución ha sido enorme”, comenta Joaquín Cadilla, presidente de la Organización de Palangreros Guardeses (Orpagu). Lo hace desde el Pacífico, donde se encuentra actualmente faenando, y evidencia que el futuro de la pesca pasa necesariamente por un plan de modernización de la flota que incluya ayudas para las nuevas construcciones. “La UE debería planteárselo, el diseño de las embarcaciones y que integren sistemas de propulsión eficientes es fundamental, las emisiones se reducirían a la mitad”, subraya.

Trabajadores a bordo del “Lodairo” tratan el producto pescado.

El barco de Cadilla en el Pacífico / Cedida

Respecto al cuidado de los océanos, considera que la concepción ha cambiado –“del cuanto más mejor a sostenerse a una serie de normas”– y defiende el papel de las armadoras gallegas, en muchos casos empresas familiares que son las primeras interesadas en proteger su medio de vida, pero también su “forma de vivir”. “Es una relación que va más allá de lo que meramente es el trabajo. Vivimos en este medio, nos faltan escamas y branquias a algunos”, sostiene.

El sentimiento de sentirse juzgado e incluso acribillado, como denuncia el sector pesquero frente a los lobbies verdes, también lo comparte. Y al igual que sus compañeros de gremio, lamenta que el cambio de paradigma hacia un modelo más responsable con los ecosistemas marinos no cale como debería en los países extracomunitarios mientras en Europa siguen encadenandose políticas restrictivas como el veto a la pesca de fondo en las 87 áreas o el Plan de Acción contra el arrastre. “Esto lleva al desánimo”, dice, y más si entre los legisladores no prevalece el rigor a la hora de tomar decisiones “sin dejarse influenciar por las presiones de determinadas ONG”. “El problema de que desaparezca nuestra flota no es solo nuestro, es que desaparecerá la producción de una proteína súpersaludable y comprometida. No se va a mejorar los océanos sacando la flota regulada, cada espacio que dejamos nosotros lo ocuparán las que no lo están”, sentencia.

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José Cañestro, armador vigués con barcos en Gran Sol, también defiende los avances en sostenibilidad que se han dado en materia pesquera. “A nadie le interesa más que a nosotros”, reitera, al igual que sus compañeros de sector. O todos se han puesto de acuerdo para transmitir ese mensaje o es que verdaderamente lo sienten así; y en el caso de este armador, como el del resto del gremio, uno se inclina por la segunda opción.

Los 450 buques que formaban la flota de los 300, bautizada así porque ese fue el tope de licencias en aguas comunitarias asignadas por la UE cuando España se integró en 1986, se han reducido con el paso de los años a menos de un centenar. Viendo estas cifras, la pregunta parece caer de cajón: ¿Por qué el Ejecutivo comunitario apostó ciegamente por la sostenibilidad del mar sin evaluar el impacto que sus medidas generaban en la sostenibilidad de la flota?

Para Cañestro pesca y sostenibilidad van de la mano, aunque en ocasiones se intente confrontar ambos términos. Se culpabilice al primero de los males del segundo o se conciba el segundo exclusivamente sin el primero. A sus ojos, “hay tantas regulaciones que al final unas se contradicen con otras”. Y no solo eso, está convencido de que las medidas van contra la flota española: “Perdimos competitividad, perdimos mercado. Es el acabose de la flota”.

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