El “Pitanxo” comienza a hablar: el robot "Triton" toma las primeras imágenes del pecio hundido

Los restos del buque, ligeramente escorado, apenas se desplazaron al hundirse

Marinero a bordo del “Río Caxil”, tras el hundimiento del “Pitanxo” y en busca de supervivientes.

Marinero a bordo del “Río Caxil”, tras el hundimiento del “Pitanxo” y en busca de supervivientes. / Cedida

Lara Graña

Lara Graña

La última señal de la caja azul se recibió a las 4:19 horas UTC del 15 de febrero de 2022 desde los Grandes Bancos de Terranova; la señal de activación de la radiobaliza (EPIRB, Emergency Position Indicating Radio Beacon) fue captada a las 4:34 UTC por un único satélite de la constelación Galileo. Entre medias, quince minutos en los que el Villa de Pitanxo, un pesquero de 50 metros con 24 personas a bordo, se podía haber desplazado por efecto de las olas o por tensión del aparejo que izaba por popa. También se podía haber generado una bolsa de aire antes de hundirse, derivando (moviéndose) proa arriba hasta empezar a desaparecer entre las olas lejos de esas señales. Incluso haberse partido antes de llegar al fondo, separando por partes la proa y la popa, en pedazos más pequeños y fáciles de mover por las corrientes. Eran muchas las variables, los factores que podían haber dificultado al extremo la localización del pecio. Pero el Pitanxo, que llevaba quince meses aguardando, no se había escondido. Allí se quedó, a menos de una milla –compatible con la distancia loxodrómica, que tiene en cuenta la curvatura del globo terráqueo– del punto donde la radiobaliza empezó a pitar. Y allí, en las coordenadas 46º50’35” N 046º39’02”, permaneció toda la jornada de ayer el barco offshore de ACSM Ártabro.

Villa de Pitanxo, matrícula 3ª VI 5-5-03, empieza a hablar por los 21 que no han podido hacerlo.

Después de los trabajos de localización, para los que el Ártabro hizo un barrido diario de unos 25 kilómetros cuadrados desde el pasado domingo, este viernes determinó que un punto de interés o spot detectado gracias al sónar Furuno se correspondía con el pecio de 50 metros, íntegro pero ligeramente escorado. Tras los preparativos en cubierta, se dispuso al robot (ROV, remoted operated vehicle) para bajar a algo más de 800 metros de profundidad. Cuando alcanzó esa cota bajo el agua, llegaron las buenas noticias. “Lo tienen, es el Pitanxo. Están grabando”. De acuerdo a los cálculos del capitán de la Marina Mercante Rodrigo Tuero, de la compañía Marítima de Consultores, “la velocidad media de un ROV en el fondo del mar, para una inspección de este estilo, suele rondar los 500 metros a la hora”. En un informe solicitado por las familias, ya desgranado por FARO, abunda: “Considerando [...] la eslora del buque, el nivel de detalle requerido en diversas zonas y otras posibles tareas a llevar a cabo, como calibraciones y/o reconsideraciones para salvaguardar la seguridad del propio ROV, el tiempo estimado dedicado a la inspección exterior sería de unas 48 horas, aproximadamente”.

El Ártabro lleva a bordo dos ROV: Triton XLX35, con capacidad para descender hasta los 4.000 metros, y Triton XL41, que baja hasta los 2.500 metros. En lo tocante al exterior del barco, se tomarán imágenes del casco, las cubiertas, maquinillas, carreteles, suspiros de tanques, aberturas, soportes de balsas salvavidas y la radiobaliza. También de las puertas y tambuchos –si quedaron trincadas o reventaron por la presión al hundirse–, los imbornales y demás sistemas pasivos de desagüe. La misión no tiene como tarea principal la localización de cadáveres, pero en las familias guardan la esperanza de que se pueda localizar algún cuerpo dada la temperatura extrema que hay a esa profundidad. “Existe la posibilidad –apunta el informe de Rodrigo Tuero– de que se puedan visualizar restos humanos, bien atrapados en algún elemento del buque o de su aparejo, bien en algunas de las zonas altas del buque (puente de gobierno)”.

Tripulación del “Villa de Pitanxo”, en cubierta durante maniobras de pesca.   | // CEDIDA

Tripulación del “Villa de Pitanxo”, en cubierta durante maniobras de pesca. CEDIDA / Lara Graña

La clave, en todo caso, estará en el aparejo, y por eso se ha encomendado a este equipo la grabación del lecho marino por la ruta por la que estuvo siendo arrastrada la red desde las 02:00 horas UTC del día 15 de febrero de 2022 hasta el punto en el que se asienta el pecio. Así que, además de la grabación de la estructura del barco, deberán localizar las redes, las puertas de arrastre y los cables de las maquinillas de cubierta. Si el aparejo se localiza enganchado o roto, confirmaría la versión del superviviente Samuel Kwesi Koufie –respaldada por la tripulación del buque que los rescató, el Playa Menduiña Dos–, que señala como culpable al patrón del Pitanxo, Juan Enrique Padín, por no haber querido modificar la maniobra de virada para no perder las capturas de aquella jornada. Este marinero ha declarado en sede judicial que imploraron al capitán que cortase los cables del aparejo y corrigiese rumbo por la pronunciada escora del barco, y que no les atendió. Es improbable que, a esas profundidades, haya grandes corrientes que hayan podido alterar significativamente el estado del aparejo respecto al día de la catástrofe.

No hay ningún precedente documentado –este periódico ha consultado múltiples expedientes de organismos de investigación de España, Francia, Irlanda o Canadá– de un naufragio por los motivos que expone el capitán, de un parón súbito e inexplicable del motor principal Wärtsilä.

Informe de Rodrigo Tuero:

  • Sobre los tiempos

    “Considerando [...] la eslora del buque, el nivel de detalle requerido en diversas zonas y otras posibles tareas a llevar a cabo, como calibraciones y/o reconsideraciones para salvaguardar la seguridad del propio ROV, el tiempo estimado dedicado a la inspección exterior sería de unas 48 horas”.

  • Sobre la posible localización de cadáveres

    “Existe la posibilidad de que se puedan visualizar restos humanos, bien atrapados en algún elemento del buque o de su aparejo, bien en algunas de las zonas altas del buque (puente de gobierno)”.

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