Misión “Pitanxo”: una insólita luz en las tinieblas
Tras la localización del pecio con una sonda, el estado del aparejo será vital para las versiones de Padín y Koufie
El Ártabro es un buque de apoyo en alta mar (se denomina OSV o Offshore Support Vessel) a bordo del cual van, de momento y rumbo a los Grandes Bancos de Terranova, 41 personas. Llegará este miércoles al lugar desde el que la radiobaliza del Villa de Pitanxo, un pesquero gallego de 50 metros de eslora y 10 de manga, emitió su señal en la madrugada del 15 de febrero de 2022. No hay restos de aparejos, no se recuperó ningún elemento de cubierta y ni siquiera rastros de gasoil; solo afloraron dos balsas, y una vacía, y solo ha pervivido la voz de tres de sus 24 tripulantes. El Pitanxo ha sido un testigo latente durante quince meses, en un silencio que ahora termina al fin. Se han realizado múltiples exploraciones submarinas para la localización e inspección de barcos hundidos, pero no hay precedentes para una misión como ésta, de un arrastrero sumergido a unos 820 metros y cuyo testimonio contribuirá a esclarecer las causas de la muerte de 21 personas. El patrón, Juan Enrique Padín –como la armadora, Pesquerías Nores Marín–, está imputado por otros tantos delitos de homicidio por imprudencia grave, contra los derechos de los trabajadores, falsedad documental y encubrimiento.
Se conoce la posición exacta de la posición emitida por la radiobaliza: latitud 46º, 49, 85’N y longitud 046º, 40, 67’ W. Es un punto casi idéntico al marcado por la caja azul del barco, que es un dispositivo de control pesquero. Eso no significa que el Pitanxo está justo debajo de esas coordenadas en concreto: es preciso tener en cuenta tanto la denominada curva loxodrómica –el planeta tierra es redondo– como el modo en que el pesquero se hundió y las corrientes. No se sabe, además, si la estructura se partió tras quedar por debajo del agua. Así que, primero, la tripulación del Ártabro debe localizar los restos del pecio. El barco de la compañía viguesa ACSM va dotado de una sonda Furuno FE-700, que emite ráfagas de pulsos ultrasónicos para dibujar gráficamente el fondo del mar. Detectará previsiblemente múltiples puntos de interés –restos de puertas de arrastre, otros elementos hundidos con el tiempo o montañas del fondo marino–, que deberá ir descartando. Peinará 25 kilómetros cuadrados diarios, con barridos laterales, hasta encontrar el Villa de Pitanxo. Una representación gráfica de su silueta, como quiera que esté la estructura –doblada, de costado, partida...– se verá en la cubierta del offshore.
Localizado el pesquero, el Ártabro se situará en perpendicular sobre ese punto gracias a su equipamiento de posicionamiento dinámico, en su caso un modelo Kongsberg K-Pos, que es un sistema informatizado que mantiene al buque en un lugar fijo y estable, mediante sensores y estabilizadores giroscópicos, que envían señales a las hélices. Estará como fondeado, pero despierto.
Ahí tocará bajar el robot (o ROV, remoted operated vehicle). Van dos a bordo: Triton XLX35, con capacidad para descender hasta los 4.000 metros, y Triton XL41, que baja hasta los 2.500 metros. Será el momento de grabar. En lo tocante al exterior del barco, se tomarán imágenes del casco, las cubiertas, maquinillas, carreteles, suspiros de tanques, aberturas, soportes de balsas salvavidas y la radiobaliza. También de las puertas y tambuchos –si quedaron trincadas o reventaron por la presión al hundirse–, los imbornales y demás sistemas pasivos de desagüe. La clave, en todo caso, estará en el aparejo, y por eso se ha encomendado a este equipo la grabación del lecho marino por la ruta por la que estuvo siendo arrastrada la red desde las 02:00 horas UTC del día 15 de febrero de 2022 hasta el punto en el que se asienta el pecio.
Si el aparejo está todavía enganchado o roto, confirmaría la versión del superviviente Samuel Kwesi Koufie –respaldada por la tripulación del buque que los rescató, el Playa Menduiña Dos–, que señala como culpable a Padín por no haber querido modificar la maniobra de virada para no perder las capturas de aquella jornada. Es improbable que, a esas profundidades, haya grandes corrientes que hayan podido alterar significativamente el estado del aparejo respecto al día de la catástrofe. No hay ningún precedente documentado –FARO ha consultado múltiples expedientes de organismos de investigación de España, Francia, Irlanda o Canadá– de un naufragio por los motivos que expone el capitán, de un parón súbito e inexplicable del motor principal Wärtsilä.
La complejidad de los trabajos a bordo del Ártabro se han visto empañados por la decisión de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (Ciaim), adscrito al Ministerio de Transportes, de partir rumbo a Terranova sin la autorización previa del juez instructor de la Audiencia Nacional Ismael Moreno, pese a que así lo requirió en hasta dos diligencias. Las familias de los fallecidos aguardan un pronunciamiento de la Sala en los próximos días.
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