No cabe duda de que Ernesto Penas, presidente de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT), es una de las voces más respetadas en el sector del mar. Basta con escucharle unos minutos para visualizar esquemáticamente las fortalezas, oportunidades y desafíos que rodean a la actividad pesquera. También las amenazas que se ciernen sobre la misma si no se alcanzan dichas metas. Para Penas, la prioridad pasa por concienciar a la juventud sobre la importancia de este “mundillo”. Y, sobre todo, que pesca y sostenibilidad no son contrarios. Que van de la mano. En un contexto de continuos roces entre la Comisión Europea (CE) y los armadores gallegos, un pulso en el que confluye la institución para la que ha trabajado tres décadas y tantos compañeros con los que comparte Galicia, también su lugar de nacimiento, el presidente de ICCAT se muestra conciso al resaltar que el “conservacionismo extremo” no cabe en los Veintisiete; considera imprescindible garantizar nuestra soberanía alimentaria a través del sector primario comprometido pero robusto; y desconfía profundamente de aquellos lobbies verdes de cuestionable financiación y evidentes motivaciones.
–Un año y medio presidiendo ICCAT. ¿Cómo lo valora? ¿Qué desafíos se plantean de cara al futuro?
–ICAAT es una organización que hace muy bien su trabajo. Especialmente en un momento en el que hay, sobre todo desde el mundo activista, muchas críticas hacia la gestión pesquera y su funcionamiento. ¿Retos? Muchos. Simplificando, porque se puede decir que son infinitos, creo que hay dos. Uno es un reto permanente, el reparto de los derechos de pesca: hay muchos países en desarrollo que quieren pescar más, que quieren participar en la pesquería, que consideran que la parte que les toca del pastel es muy pequeña. Es algo tan viejo como la idea de cómo combinar la gestión adecuada con la justicia distributiva... Pero por otro lado tenemos un reto nuevo, que me atrevería a calificar de reto existencial: el cómo combinar la gestión de las especies pesqueras con la protección de la biodiversidad.
–Precisamente participó usted este miércoles en la segunda mesa del II Congreso Interfish-España, bajo el nombre “La sostenibilidad desde la pesquería de palangre de superficie”. ¿Es sostenible?
–La base científica para asegurar la sostenibilidad está. Nunca es perfecta, siempre se puede mejorar, pero no es el problema. Existe suficiente conocimiento como para asegurar la sostenibilidad. El control de las capturas, teniendo en cuenta que se producen en un ámbito geográfico tan gigantesco como lo es el conjunto del Atlántico, sí que nos plantea problemas muy serios. Incluyendo aquí también las capturas en aguas internacionales y con el agravante de que en la pesquería pelágica existe una gran cantidad de pesca ilegal. Aunque tengamos la información, aunque adoptemos las medidas perfectas, si luego hay países que no respetan las normas tenemos un gran problema de sostenibilidad.
–Flotas ilegales o incluso ciertas prácticas que se han dejado de hacer. El sector defiende que aquí las cosas se hacen bien, que somos ejemplo. En el caso del tiburón, por citar uno que ha saltado a la palestra en las últimas semanas, se cumplió a rajatabla con las aletas adheridas. Se realizaron inversiones importantes en tierra para su procesado. También en materia de control. Ahora parece que no llega –al menos para iniciativas como Stop Finning - Stop the Trade– cuando ese mismo compromiso tan siquiera fue adoptado por multitud de países asiáticos.
–Estamos idealmente emplazados para establecer un estándar de cómo se debería gestionar el tema de las aletas de tiburón, pero es verdad que no hemos logrado un consenso porque hay flotas de muchos países distintos. Lo que no entiendo es por qué alguien se empeña en penalizar a la pesca europea, que en este sentido es la que tiene mejores estándares. Es como pegarse un tiro en el pie. Creo que los esfuerzos deben ir por tratar de lograr un gran consenso sobre el tratamiento de las aletas de tiburón.
"No entiendo por qué alguien se empeña en penalizar a la pesca europea, que es la que tiene mejores estándares"
–¿Es consciente la ciudadanía y consecuentemente las instituciones de que restringir una actividad que aquí se realiza con todas las garantías provocará un impacto en nuestra economía y nos hará más dependientes de ciertos productos?
–Creo que hay quizá un déficit de conciencia en nuestra sociedad en ese aspecto. ¿Por qué? Pues porque los que practican el activismo ambientalista le tocan la fibra sensible a la gente joven. Tienen una gran capacidad de influencia. Y ante eso no tenemos el mismo alcance. Nos falta capacidad de convencimiento. Nos faltan, quizá, ser capaces de presentar lo que representa la pesca de manera más atractiva o más convincente. Hay que plantearse que en la sociedad actual, que no en balde es la sociedad de la información, el activismo juega mucho mejor que nosotros. Y es importantísimo que todos nosotros, los que nos ocupamos de gestionar y defender a la pesca, la propia industria pesquera, seamos más capaces de hacer llegarle a la sociedad en general, y yo creo que a los jóvenes en particular, la importancia de lo que estamos haciendo. Nos sobran argumentos.
–¿Cómo convencer al activismo de que sostenibilidad y pesca no son antónimos?
–Me gustaría no meter a todo el activismo en el mismo saco. Las ONG son muy variadas y tienen enfoques muy diferentes. Hay asociaciones que son ejemplares porque muestran una gran preocupación ambiental y están dispuestas a trabajar con la industria y con las instituciones para mejorar las cosas. No obstante, hay otras que actúan como lobbies poderosísimos, con financiación más que dudosa y desde luego nada transparente. Son estas y no todos los activistas las que me preocupan porque ejercen una influencia sobre decisiones políticas que no les corresponde. Las decisiones políticas en las sociedades democráticas las toman los gobiernos legítimos, los parlamentos, pero no organizaciones de financiación opaca. Y esto no es normal.
"Hay ONGs ejemplares y otras que actúan como lobbies poderosísimos"
–La brecha entre el sector pesquero español y la Comisión Europea es cada vez mayor, especialmente tras la llegada de políticas como el veto a la pesca de fondo en las 87 áreas del Atlántico Norte o el Plan de Acción contra el arrastre, que ahora parece recular… ¿Entiende el malestar con Bruselas o es más comprensivo con las acciones del bloque comunitario?
–Es verdad que hay una creciente dominancia de los temas medioambientales sobre los temas pesqueros. ¿Y por qué? Porque los temas medioambientales movilizan mucho más a la gente. Movilizan más a la opinión pública. Para la política que quiere responder a las preocupaciones de la opinión pública seguramente es más popular tomar actitudes de tipo conservacionista que defender sectores clásicos. Eso es una constatación.
–¿Se han vuelto más restrictivas las políticas del Ejecutivo comunitario hacia la actividad del mar?
–Creo que son bastante restrictivas y me gustaría hacer un pequeño recordatorio. La base jurídica de la Unión Europea tiene unos objetivos para la Política Pesquera Común: el Artículo 39, que claramente establecen la seguridad alimentaria como objetivo, y la política medioambiental, que favorece el desarrollo sostenible y permite la explotación prudente de los recursos. El conservacionismo extremo de que no se puede pescar nada porque toda pesca es negativa no tiene ningún soporte en la base jurídica de la Unión Europea. Es decir, quien toma una posición conservacionista extrema no tiene soporte en la base jurídica de la UE. Hay que leerse solamente el Artículo 39 para darse cuenta. Como funcionario he trabajado 30 años en tratar de aplicar el tratado. Pues sigamos, por favor, aplicando el tratado.
–Hay quien comenta que juntar Medio Ambiente, Océanos y Pesca en una cartera de la Comisión Europea fue visto como una declaración de intenciones ya en su momento. ¿Deben ir de la mano?
–Soy partidario de que la pesca, como sector primario, vaya con la agricultura. Hay una razón fundamental y es que tienen exactamente la misma base jurídica: el Artículo 39 del Tratado. Dos políticas que tienen una base jurídica clarísima en el Tratado, que es la misma, es idéntica palabra por palabra, ¿por qué van separadas? ¿Por qué a una se le mezcla con medio ambiente como si no fuera una política de sector primario?