El arrastre busca redes más eficientes
“Rapansel”, proyecto impulsado por el IEO y ARVI, consigue reducir significativamente el porcentaje de capturas no deseadas tras cinco intensas campañas en aguas del Gran Sol
Rapansel –proyecto impulsado entre el Instituto Español de Oceanografía (IEO) y la Cooperativa de Armadores del Puerto de Vigo (ARVI)– dejó buenas sensaciones durante la presentación de sus resultados, ayer en el edificio “Ramiro Gordejuela”. En el marco de la sostenibilidad, sustancialmente estricto si se tienen en cuenta las políticas promovidas desde la Comisión Europea (CE) en los últimos años, la iniciativa buscaba dar vida a nuevas redes para reducir las capturas no deseadas y lo ha conseguido. Los porcentajes de disminución que arroja esta intensa investigación, dividida a lo largo de un lustro en aguas del Gran Sol, son realmente positivos.
Tras abrir la sesión el director gerente de ARVI, Edelmiro Ulloa, quien definió el citado trabajo como muestra de “compromiso, ejemplo, evidencia y acicate” de la labor conjunta entre los diferentes actores del mar (pescadores, rederos, científicos y armadores), las conclusiones fueron avanzadas por Julio Valeiras, biólogo del IEO. Según destacó, el estudio que comenzó en 2018 y culminó el pasado 2022 tenía como principal reto “mitigar el impacto negativo de la obligación de desembarque”, medida instaurada desde Bruselas que fuerza a las flotas a mejorar permanentemente su selectividad para que se dejen de recolectar aquellas especies que, por su talla o por mal estado del recurso, deben protegerse para hacer caer su mortalidad.
Acción desde el minuto uno
Así las cosas, Rapansel se centró desde el minuto uno en “diseñar y probar redes con mejores propiedades” –con el propósito de disminuir el descarte y acercarse a la sostenibilidad– y cada malla ideada y testada en las cinco campañas que realizaron se evaluó en función de tres criterios. Analizaron el escape de las capturas no deseadas (como juveniles o pelágicos) y la pérdida de peces objetivo (en este caso el gallo y la merluza de buen tamaño), pero también cualidades “operativas y prácticas” de los aparejos que configuraban.
Los resultados, con sus ventajas e inconvenientes, fueron progresando conforme transcurrieron los episodios que trabajaron en aguas del Gran Sol, a bordo del Pescaberbés Tres. Del primero de ellos en 2018 –que no arrojó cifras concluyentes– al último en 2022 –con números para sacar pecho–, las diferentes mallas empleadas pasaron del plano tradicional a diseños de lo más novedosos, dejando pros importantes como las reducciones en los pezqueñines y contras que fundamentalmente afectaron a las cantidades de las especies comerciales.
En 2019, por ejemplo, se lanzaron a la “locura” y testaron redes con cuatro copos diferentes (de 80 mm, 100 mm, y dos que iban armados con una ventana y una malla de 150 mm), cosechando “esperanzadoras” conclusiones. Si bien como aspecto negativo se impuso la pérdida de entre el 20 y 30% del gallo que antes pescaban, que se escapaba ante los mayores orificios de los aparejos, precisamente esos agujeros fueron los responsables de las buenas noticias. Provocaron caídas de hasta el 94% de las capturas no deseadas de bacaladilla, jurel (-84%) o eglefino (-71%).
Al año siguiente, el 2020 de la pandemia, probaron a aumentar la malla a 180 mm: volvió a disminuir la captura no deseada, creció la de gallo un 11% pero bajó un 55% la de merluza. En 2021, con un trazado “más atrevido”, obtuvieron descensos “importantes” a costa de nuevas disminuciones en la merluza y el gallo comercial. Y en 2022, punto final del proyecto, lograron reducciones de lo más significativas en las capturas no deseadas, subió un 7% la del gallo y la de la merluza cayó solo un tercio.
“Son resultados que nos alegran y muy interesantes para la pesquería”
En su conjunto, “son unos resultados que nos alegran y que son muy interesantes para la pesquería”, matizó ayer Julio Valeiras, en el seno de la presentación. Según indicó, especies que para nada interesan al arrastre del Gran Sol como la bacaladilla (-99,4%), el jurel (-89,9%) o el eglefino (-80,9%) lograron escapar de sus redes como pretendían. Sin la necesidad de ser llevadas a puerto, como fuerza la obligación de desembarque, y por tanto garantizando su futuro y fomentando la sostenibilidad.
Un balance de optimismo
Después de examinar en cientos de lances y durante un cómputo global de casi 200 días todos estos aparejos –confeccionados al milímetro por la empresa Redes de pesca José Manuel Landín Soto, localizada en Marín–, el biólogo del IEO hizo balance de la situación arrojando bastante optimismo en torno a Rapansel. Ya no solo por las reducciones del descarte –asociadas a un menor riesgo por falta de cuota, caídas de juveniles y mejora potencial del estado del stock– sino también por el descenso de los invertebrados bentónicos recogidos.
Del mismo modo, gracias a algunos de los prototipos aplicados se consiguió pescado de mejor calidad, más limpio y menos dañado –lo que contribuye a valorizar el producto–. Y por si fuera poco, determinadas mallas supusieron un ahorro de costes de gasoil al reducir el peso del copo e incluso aminoraron la carga de trabajo al dedicar los profesionales del mar menos tiempo en triar las especies no deseadas –mejorando por tanto su productividad al disponer de más horas para elaborar el pescado de forma más descansada y segura–. En resumen, eficiencia pura.
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