Primer aniversario naufragio 'Pitanxo'

“Tiré todas las estampitas. Mi niño Raúl no quiere homenajes, quiere justicia”

María Santiago es la madre del segundo oficial, el más joven del Pitanxo. “En el trabajo no lloro”

Raul González Santiago, segundo oficial del "Villa de Pitanxo"

Raul González Santiago, segundo oficial del "Villa de Pitanxo" / FDV

Lara Graña

Lara Graña

No era la primera vez de Raúl en el mar. Había navegado ya a bordo con su padre en el Hermanos Touza, arrastrero congelador de Chymar, y quería seguir aprendiendo. Un chico resuelto y alegre, criado entre marineros, y que en esta ocasión iba enrolado como segundo oficial. “Me dijeron que Juan [por Padín, el patrón del Villa de Pitanxo] vería por él. Qué mentira. Mi hijo me decía: María, no me saca de abajo, llevo tres días sin ducharme”. Raúl tenía que ir en el puente, pero en vez de eso iba limpiando y empacando pescado, apiñado en un camarote compartido que era en realidad la enfermería. “Mi niño –lamenta su madre, María Santiago– está abajo con todos”. En su nevera están pegados no menos de un centenar de imanes con su fotografía. “Yo es que necesito verlo”. Raúl González Santiago (Cangas do Morrazo, 1998) cumple hoy 25 años. Su cuerpo no ha aparecido.

“Mi niño no quiere homenajes, quiere justicia. Y yo no quiero ver ni un euro, quiero justicia”

María, sanitaria de profesión, cogió el alta médica el 11 de noviembre y se reincorporó en el hospital Álvaro Cunqueiro el 1 de diciembre. Se desgañita en agradecimientos a sus compañeros. “En las ocho horas de turno no puedo llorar, no lloro, tengo que tirar para adelante. Lo hago al llegar a casa”. Sus palabras supuran dolor y rabia, pero son quirúrgicas, afiladas. Certeras. Supo del naufragio del barco de Pesquerías Nores en el parking del supermercado. No sabe cómo llegó a su casa. “En la armadora dijeron a mi hijo Aarón que no sabían nada, que había saltado la radiobaliza”. María se pasó toda la tarde rezando para que Raúl estuviese a bordo de una supuesta tercera balsa que, según Nores, se había desplegado tras el hundimiento y que todavía no había sido localizada. Esa balsa –son dos las que van a bordo, a babor y estribor– nunca existió. Y María se deshizo de todas sus estampitas religiosas. Ahora pelea en lo terrenal por su hijo Raúl, y por sus hijos Aarón y Sara, junto a su marido –embarcado en Malvinas cuando al Pitanxo se lo comió el Atlántico– Francisco. “Mi niño no quiere homenajes, quiere justicia. Y yo no quiero ver ni un euro, quiero justicia”.

Raúl GonzálezSantiago, segundo oficial del “Villa de Pitanxo”.   | // CEDIDAPOR LA FAMILIA

Raúl González Santiago, segundo oficial del “Villa de Pitanxo”. / CEDIDA POR LA FAMILIA

No tiene que explicarlo, pero lo explica. “La familia no ha cobrado un duro, por favor, quiero que lo sepas. Que a mí el dinero no me importa, pero no hemos recibido ayuda de nada, para nada. Raúl solo les sirvió para pagar a Hacienda, que tuvimos que hacerle la declaración después”. A las administraciones, condena, se las tragó la tierra. O la vergüenza. “Yo le debo mucho a mi doctora, Ángela Nieto –del centro de salud de Cangas–, que estuvo todos los días llamándome y a quien estaré eternamente agradecida. Como al psicólogo de Stella Maris, Pablo”. Apunta a la falta de consideración de la alcaldesa de este concello, Victoria Portas. “No estuvo a la altura. Nos mandó un whatsapp cuatro o cinco días después de que pasara. Nos trató con desprecio”.

Veinticinco años tenía que celebrar hoy el joven Raúl, enfermo de asma que se pasó sus últimas horas de vida “reventado a toser”, contagiado de COVID y compartiendo habitáculo con el observador científico, Manuel Navarro. Manolín, le dice esta madre. El Villa de Pitanxo partió de Vigo sin haber guardado cuarentena y tras haber desembarcado a un positivo por coronavirus, sin impedimento alguno por parte de Capitanía Marítima (Ministerio de Transportes) ni del Centro Radio Médico (Ministerio para la Seguridad Social).

“No me llamaba mamá, me decía María, ¿sabes? Y siempre hablaba bien de sus compañeros, dentro del horror de ese barco. María, aquí hay una gente buenísima”.

Feliz cumpleaños, Raúl.

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