“Se va el tiempo, mi amiga... mas no es cierto: / somos nosotros, ¡ay!, los que nos vamos / Ni de ti ni de mí quedará huella”.
No son bravos ni ariscos los versos del poeta francés Pierre de Ronsard; sí lo son, y mucho, las aguas del mar que surca desde hace tres décadas un pesquero que lleva su nombre. Ronsard, palangrero de pabellón francés con 33 metros de eslora, sacudido esta semana por las lenguas de Gran Sol. Uno más de una flota que ha surcado dos borrascas estos días: la meteorológica, con olas de más de seis metros y vientos de hasta 30 nudos; y la administrativa, con un reglamento que veta la actividad a profundidades superiores a los 400 metros aun sin haber dispuesto de información científica o de impacto socioeconómico para someterla a aprobación.
Las imágenes enredan la garganta. “Y hoy no hace mal tiempo. Ayer [por este jueves] fue una locura”. La flota de arrastre de litoral acaba de retomar la actividad tras cuatro días de amarres por el mal tiempo. “Siempre toca volver”, dice, desde el puente de otro palangrero, un marinero de Ribeira.
“Estamos acostumbrados a que legislen sin escucharnos ni ver lo que hacemos. ¿Y cómo lo van a arreglar? Me temo que dando subvenciones para desguaces, como querrán unos cuantos, pero arruinando el futuro”.
Para las lonjas de Vigo, Burela, Celeiro y Ribeira, el impacto de este veto ha sido muy notable. Solo para las especies principales de Gran Sol (merluza, rapante y rape), las descargas han caído más de un 30% desde el 9 de octubre, cuando entró en vigor el reglamento, en comparación con el mismo periodo del año pasado. La facturación conjunta, ligeramente por encima de los 18 millones de euros, ha descendido cerca de otro 20%. Sin buenos augurios para las Navidades, para cuando las propias armadoras temen que haya desabastecimiento de algunos productos y encarecimiento de especies en última venta.
Los datos de consumo alimentario desgranados ayer por FARO han disgustado al sector, a bordo y en tierra. “Es de los alimentos que menos ha subido, y en algunos casos no lo ha hecho nada”, lamentan desde la Cooperativa de Armadores de Vigo (ARVI). En efecto, la demanda de pescado ha descendido por encima del 10% hasta septiembre. Con cifras que van por barrios: el consumo de merluza disminuye el 11,7% y un 7% el bacalao. La comercialización de moluscos, mariscos y crustáceos mermó un 17,5% y un 20,7% en el caso de los calamares y el pulpo. La de mejillones mermó otro 26%. “Ya sabes lo que se decimos siempre, que el pescado no es caro”, recuerda el mismo marinero.
A juicio de esta industria, la política fiscal desincentiva el consumo de los hogares, razón por la que organizaciones como la patronal de armadores Cepesca o la Federación de Asociaciones Provinciales de Empresarios Detallistas de Pescados y Productos Congelados (Fedepesca). Pero no está en los planes del Gobierno una rebaja del IVA al 4%, como piden. “No modificaría las tendencias de consumo del pescado”, defendió a este periódico el ministro Luis Planas. “Me parece respetable la opinión, pero, de acuerdo con lo que he hablado con el Ministerio de Hacienda, y esto es una decisión de Gobierno, no hay intención de cambiar la estructura del IVA”.
“No se valora la dureza de este trabajo –zanja el ribeirense, embarcado en medio del temporal, a punto de jubilarse–. Ese va a ser siempre nuestro mayor problema”.