“Los mejillones cierran sus valvas y por tanto dejan de comer y de engordar cuando una embarcación de cierto tamaño pasa junto a las bateas. Las almejas también se entierran cuando existe ruido marino”. Son palabras de Silvia Torres, la coordinadora de la Unidad de Tecnologías Marinas del Cetmar (Centro Tecnológico del Mar) y directora del proyecto Silencios, que analiza la viabilidad del uso de motores de propulsión eléctrica en embarcaciones pesqueras de pequeña eslora para reducir su impacto en el medio ambiente y reducir el ruido que producen para las especies que viven en el mar.

El Cetmar ha contado en estos dos últimos años –en los que ha desarrollado primero el proyecto Silencio (2020) y después Silencios (2021)– con una “colaboración espectacular” por parte de las cofradías, entre las que se encuentran las de Vilanova, Portonovo, Bueu, Vigo, A Guarda, Baiona o Lira. “Están predispuestas a la modernización si se hacen las cosas con cabeza; hemos tenido un feedback sincero y abierto, todo un lujo”, agradece la investigadora, que advierte de que la transición hacia los motores eléctricos en la flota será “lenta”. “Va a producirse, como ha ocurrido con el coche en tierra, pero se necesita una logística e infraestructura: talleres, puntos de recarga, el tiempo de las baterías, etc.”.

El objetivo es reducir la huella sonora, tanto en lo que se refiere al fondo marino como también en superficie, pues los marineros y mariscadores “quieren mejorar sus condiciones de trabajo, soportando menos ruido en su día a día”, indica Silvia Torres, que ayer estuvo en Vilagarcía presentando el proyecto Silencios –financiado con fondos europeos (FEMP) por la Fundación Biodiversidad del Miteco–.

Lo hizo en la plataforma del Observatorio Oceánico Transfronterizo RAIA que funciona desde 2008 junto a la isla de Cortegada, una batea que distintos equipos de la comunidad científica utilizan para obtener información. En el caso de los proyectos Silencio y Silencios, el Cetmar recoge en tiempo real datos de monitorización acústica marina gracias a un hidrófono que permite discernir entre fuentes naturales (cetáceos, etc.) y antropogénicas (de origen humano) generadoras de ruido marino.