“No es solo que los conozcas, que sean marineros como tú. Es que tú también estás en un barco, como estaban ellos”. Los 24 del Villa de Pitanxo, con sus 21 que no volverán.
Hay quien puede digerir las noticias en casa, aunque no sean menos terribles. Pero otros, como este marinero –habla por mensajería móvil desde un pesquero de Vigo–, han de masticar tragedias así a bordo, bailando olas de más de siete metros y con el bofetón de un viento con rachas de 55 nudos. Eso es Gran Sol.
Novo Morriña, Río da Bouza, Espemar Dos, Manuel Laura, Punta Vixía, Armaven Uno... Barcos que ayer, con sus 32 o 36 metros de eslora, trataban de encajar lo que este caladero tenía reservado para dificultar las horas tristes. Algunos, como apuntaron fuentes del sector a FARO, decidieron guarecerse en la bahía. Porque no es lo mismo padecer sobre olas de tres metros que hacerlo, como estaba ayer Gran Sol, con las de siete.
“Hay respeto”. Uno diferente, porque al mar siempre se le brinda, como apunta otro marinero. Pero el de ayer era distinto.
Uno de los fallecidos en la tragedia de Villa de Pitanxo no solo conocía las aristas de Gran Sol. Ricardo Arias García fue el único superviviente del naufragio del Arosa, que en el año 2000 fue engullido por el océano. Fallecieron doce marineros.
“No es justo, la mar no es justa. Te pasas toda la vida dentro de un cascarón en medio del océano y luego, a la mínima de cambio, te vas para el fondo del mar. Esta vez me ha tocado a mí vivir para contarlo, pero la próxima podré correr la misma suerte que ellos”, explicó, tras aquel siniestro, a FARO.
–Bos días, mundo. Comeza a conta atrás –, escribió, diez días antes de la salida del Pitanxo de Marín, el morracense Fernando González Martínez en su perfil de Facebook. Es uno de los desaparecidos.
