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“Avanzamos en la exploración espacial pero los buques siguen hundiéndose como hace 70 años”

Un grupo de marineros se coordina desde alta mar y elabora un escrito para exigir más seguridad: “Que tragedias como esta sirvan para que podamos seguir haciendo lo que mejor sabemos”

El “Mar Nosso”, momentos antes de hundirse. EFE

Son las 13:39 horas del miércoles. Aguas internacionales del Atlántico sudoccidental. A bordo de un arrastrero congelador gallego, un grupo de marineros prepara un escrito en una vieja libreta. No lo elaboran solos: a través de mensajes de móvil, se comunican con compañeros embarcados en Malvinas, Senegal, Namibia o en atuneros del Índico y Pacífico. Buscan un texto coral, escueto pero punzante, con un único objetivo: mejorar la seguridad y los sistemas de salvamento de los barcos y “dar mayor valor a la vida de los tripulantes”. Quieren abrir un “debate real”.

Antes de las reivindicaciones, el texto –remitido a FARO– empieza así: “Ante todo, guardar luto por los compañeros del buque Playa de Pitanxo. Todas las personas vinculadas al mar somos una gran familia, sin importar banderas ni razas, y sentimos dolor con cualquier desgracia que sufran nuestros compañeros de profesión”.

Y antes de sus propuestas específicas en materia de seguridad para las tripulaciones, la carta remata de este modo: “Avanzamos en exploración espacial y del fondo marino y los buques siguen hundiéndose como hace 70 años”.

Este grupo de marinos –como tales firman la carta– defienden la obligatoriedad de dotar a los pesqueros de todo tipo de equipamiento que, en caso de accidente, dé tiempo a las tripulaciones para “organizarse” y minimizar las opciones de tragedia.

Pronto pregonan dolor y sufrimiento, pero poco hacen por mejorar, investigar e implementar sistemas de salvamentos que mejoren los existentes

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“¿Sería muy descabellado, o de valor mayor a la vida de los tripulantes, que el puente se desprenda en caso de hundimiento, contando con espacio, habitabilidad, botiquín, telefonía y demás, que ayuden a facilitar la localización y el contacto con los equipos de salvamento?”.

En el caso de los chalecos salvavidas, por ejemplo, sus dispositivos de localización vía satélite –como las radiobalizas– están vinculados al sistema AIS (Automatic Identification System) del propio barco. Si éste se hunde, y por más que esos chalecos emitan una señal, no existe nada al otro lado que pueda recepcionarla.

Ejemplos

En el año 2018, el vuelco instantáneo impidió al Sin Querer Dos activar el botón de socorro. Fue todo tan rápido que ninguno de sus diez tripulantes tuvo tiempo de activarlo. El barco escoró, volcó y quedó con la quilla al sol de manera fulminante, lo que provocó que la alerta llegase a Salvamento Marítimo a través del accionamiento automático de la radiobaliza. Fallecieron tres marineros, y el cuerpo de un cuarto no fue localizado.

Un año antes, frente a las costas de Senegal, el Senefand Uno fue engullido por el océano; el patrón, Vicente Pazos, se fue al fondo con él, y otros dos tripulantes desfallecieron al tratar de alcanzar las balsas salvavidas. En aquel caso no se activó la radiobaliza, lo que habría determinado el punto exacto del siniestro. De haber funcionado, se habría evitado que los supervivientes tuviesen que pasar tres días a la deriva, sin agua, sin posibilidad de comunicarse y a oscuras la mayor parte del tiempo.

La radiobaliza no causa un hundimiento, pero su ineficacia complica las tareas de búsqueda. En 2008, por ejemplo, el arrastrero Cordero, de dimensiones similares al Senefand Uno, se hundía a 30 millas de A Coruña por una entrada de agua masiva. De sus ocho tripulantes solo sobrevivieron tres. Fue la radiobaliza la que alertó a Salvamento de una emergencia, y por su posición pudieron acudir al lugar del siniestro pesqueros y medios de rescate. Pero este sistema envió el aviso con una hora y 16 minutos de retraso, lo que impidió la posibilidad de rescatar con vida a todos los marineros.

La carta continúa así: “¿Sería descabellado un sistema de disparo que cierre de forma centralizada y estanca zonas del barco como bodegas, parque de pesca, sala de máquinas o habilitaciones, creando bolsas de aire en el propio buque? ¿Y sistemas similares al de CO2, que inyecten espuma expansiva ocupando el lugar de la entrada de agua y aportando flotabilidad?”.

Administraciones

Este grupo de profesionales del mar es muy crítico con las administraciones. “Pronto pregonan dolor y sufrimiento, pero poco hacen por mejorar, investigar e implementar sistemas de salvamentos que mejoren los existentes. Y sí se preocupan de renovaciones, cursos rápidos de poco más que personarse para certificarlos o cobro de tasas e impuestos, de los que no dedican una parte a innovación y seguridad”. Para estos marineros, dispositivos como el Kafloat (es una especie de airbag) deberían ser obligatorios. “Se ha probado en buques de hasta 30 metros, y estabilizan o retrasan el hundimiento, aportando un tiempo valioso para la organización de la tripulación, cuando mucha de ella, por normativas de otros países, no tienen conocimiento o práctica en situaciones de emergencia”.

Así se despiden: “Esperemos que, aunque dolorosas, tragedias continuas de este nuestro oficio sirvan para que se apliquen mejoras y podamos continuar haciendo lo que mejor sabemos. Atentamente, marinos”.

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