Un fallo humano, relacionado probablemente con la falta de atención al rumbo que llevaba el barco y que habría sido marcado de forma automática, parece la causa más probable del accidente que motivó el hundimiento, sin víctimas, del arrastrero gallego “Serenín”, este pasado viernes, en la ensenada de Cobetes, a los pies del faro de Avilés.

Esta es la teoría en la que coinciden tres patrones consultados a la vista de los datos que proporciona el sistema satélite que permite seguir las evoluciones de los barcos en la mar, un dispositivo que el “Serenín”, como es obligatorio, llevaba encendido en el momento del siniestro. El armador del barco, Juan Antonio Regal Pino, declinó hacer declaraciones sobre este particular o cualquier otro asunto relacionado con el naufragio y se remitió a la investigación que abrió la Comisión Permanente de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (Ciaim), trabajo que suele ocupar meses.

Los argumentos que apoyan la tesis del “despiste” son varios: la trayectoria que seguía el barco de Celeiro minutos antes de perder la velocidad y quedar a merced del oleaje era de colisión; los marineros aseguraron que golpeó “algo” y quedó sin gobierno; y fruto de ese golpe, al parecer, se produjo una vía de agua que acabó por provocar que se fuese a pique.