El sector pesquero gallego, en sintonía con el del resto de España, lleva años denunciando una falta de relevo generacional que, unida a los problemas habituales de la flota en forma de falta de cuotas de pesca o alza en los precios del combustible, está ahogando cada vez más a la industria. No son pocas las soluciones que intentan aportar tanto las empresas como las administraciones para intentar darle la vuelta a la situación y atraer a los jóvenes, pero hasta ahora esa escasez no ha podido ser paliada. Lo dicen los armadores, pero también las cifras. La afiliación al Régimen Especial del Mar cerró noviembre con 18.032 personas en los sectores –únicamente– de la pesca y la acuicultura, lo que supone una reducción de 3.222 afiliados respecto al mismo mes de hace una década, cuando se superaban los 21.250. En los últimos años la bajada, aunque lenta, fue constante. Sin embargo, el COVID aceleró el proceso debido a su alto impacto en aquellos segmentos que se vieron tan beneficiados, como son el marisqueo y la pesca artesanal. Y es que en los últimos dos años el descenso de afiliados es de mil personas.

Los datos recogidos por el Instituto Galego de Estatística (IGE) sobre los registros de la Seguridad Social reflejan que el sector, a punto de cerrar el año, sigue sin remontar los datos de empleo. Aunque a ello no ayudan las cada vez más estrictas cuotas pesqueras (solo en el caso de la merluza que se captura en aguas ibéricas la UE recortó a España 15,8 millones de euros en cuotas desde 2013), uno de los principales quebraderos de cabeza está en la falta de relevo generacional. El mar, como futuro laboral, no atrae a los jóvenes.

Para luchar contra ello, administraciones y sector busca la forma de cambiar la tendencia. Recientemente se publicó la orden por la que se regulaba el curso necesario para que un patrón polivalente pudiese capitanear barcos de hasta 42 metros, una forma de atajar la falta de personal de puente. De igual forma, en los últimos años no son pocas las iniciativas que buscan llevar a escuelas e institutos la profesión a través de charlas y presentaciones, así como el impulso de la formación profesional dual, como la iniciada en Vigo.

“Es cierto que el sector pesquero es menos atractivo y que ha habido una restructuración de la flota”, explica la gerente de Fundamar, María Caldeiro.

La responsable de la entidad creada en 2010 entre la Cooperativa de Armadores de Vigo (ARVI) y los sindicatos UGT y CC OO recuerda también que los datos de los últimos años están muy marcados por el impacto de la pandemia. “En pesca artesanal, marisqueo a flote y marisqueo a pie muchas personas se dieron de baja en el régimen de afiliación”, comenta.

Hace un año (en noviembre de 2020) la cifra de afiliados a la pesca y acuicultura en Galicia era de 18.419, mientras que en 2019, antes del estallido de la pandemia, se registraron 19.035. “A la gente no les compensaba el estar dados de alta por lo que facturaban”, indica Caldeiro sobre el marisqueo, que estuvo varios meses parado por la caída de la demanda, y la pesca artesanal. El principal cliente de ambos era la hostelería, sufrió cierres continuos por el COVID.

La fotografía actual del régimen especial del mar (incluyendo a todos los trabajadores, más allá de la pesca o la acuicultura, como son por ejemplo los marineros de marina mercante o de la náutica deportiva) muestra un total de 20.286 afiliados, siendo 12.889 de Pontevedra, 5.866 de A Coruña y 1.531 de Lugo. Del total, 11.289 son trabajadores por cuenta ajena y el resto, 8.997, por cuenta propia.