El Ciaim atribuye el naufragio del “Marsua J” a la pérdida del motor o una vía de agua

Arriba, traslado de uno de los fallecidos. A la izquierda, imagen de archivo del “Marsua J”. / RICARDO GROBAS / CIAIM

El Marsua J era un pequeño pesquero de artes menores, con una pequeña cabina, fabricado en poliéster reforzado de fibra de vidrio y con puerto base en Baiona. En la madrugada del 24 de febrero partió con dos tripulantes con un pequeño aparejo de palangre, que desplegó en la zona conocida como Freu da Porta, el canal que separa las Islas Cíes, para faenar lubina. La última comunicación con los marineros, José Manuel Freire Leyenda y Jorge Emilio Martín Costas (patrón y armador) se produjo alrededor de las 9:30 horas. Fue una llamada desde la Cofradía de Baiona a Gardacostas, pasadas las cuatro de la tarde, la que alertó de que el pesquero no había regresado al muelle. El helicóptero Pesca 1 fue el que detectó, poco después, una embarcación quilla al sol. El Marsua J se había hundido. El informe de la Comisión de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (Ciaim) considera como “causas probables” del siniestro, en el que fallecieron los dos tripulantes, “el enredo del aparejo en la hélice cuando procedían a su izado y/o embarrancar con el fondo”. Los marineros no llevaban puesto el chaleco salvavidas.

RICARDO GROBAS
El pesquero, incide el informe, “estaba correctamente despachado y disponía de los certificados exigibles en vigor”. El análisis del Ciaim se centra de forma más profusa en la pérdida del motor como causa del naufragio. Tres días después del incidente, y con el visto bueno de las autoridades, barcos de bajura de Baiona navegaron a la misma zona de Freu da Porta, y pudieron observar que los palangres estaban largados en el mar. La Comisión esgrime, en este punto, la posible secuencia de los acontecimientos. “A consecuencia de una mala maniobra o de las malas condiciones marítimas, la cala del aparejo se habría enganchado en la hélice, destrozando la boya y dañando el calamento”, apunta. El motor se paró, lo que dejó a la embarcación sin gobierno y “quedó merced del viento y del oleaje”. Recuerda el estudio que un año antes el Marsua J había sufrido un percance similar, “pero en aquella ocasión lo pudieron liberar sin mayor repercusión”.
En esta ocasión, “al carecer de gobierno, el pesquero pudo orientarse de través, reduciendo su estabilidad aún más al tener un punto de anclaje en la línea de palangre”. De este modo, un golpe de mar podría haber provocado una entrada masiva de agua a bordo. Con todo, el Ciaim no descarta que el casco del barco hubiese embarrancado, teniendo en cuenta que la zona en la que estaba faenando es rocosa y con profundidades medias de cinco metros (el calado del Marsua J era de 0,55 metros a plena carga, según las especificidades técnicas de Astilleros Hermanos Martínez Lorenzo).

En la imagen, el 'Marsua J' / l. graña
Se estima que el accidente se produjo próximo a la bajamar, por lo que “es posible que tocara fondo cuando navegase en el valle de las olas más altas, ocasionando una vía de agua”. Según manifestaron otros marineros que operaban por la zona, “ese día había mucho mar de fondo y corrientes". Martín Costas y Freire Leyenda no tuvieron tiempo de dar la voz de alarma.
La Comisión no ha efectuado en esta ocasión recomendaciones sobre seguridad, si bien sí apunta que “los tripulantes no llevaban puestos los chalecos salvavidas de trabajo pese a navegar en una embarcación abierta y sin cubierta”. El cadáver de uno de ellos no fue localizado hasta dos semanas más tarde a cargo del pesquero Novo Meira.
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