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Trabajadoras del mar contra viento y marea

Las mariscadoras reclaman mejores condiciones sociales y laborales

La mariscadora Rita Vidal. // Gustavo Santos

Cuando tenía tan sólo 10 años, Ángela García empezó a trabajar las playas con su madre. Cultivaba almejas, berberechos. Por la mañana iba al colegio, por la tarde acompañaba a su madre a mariscar. Hiciera sol o temporal. “Había poquito marisco, medio kilo o así. Ahora hay más”, cuenta, “íbamos por la mañana y por la tarde para poder vender”. Araron las playas, hicieron resiembra y recogieron. Se esforzaron por cultivar las playas de Poio y Lourizán.

Las mariscadoras Carmen Paulos, Lourdes Corvo y Cristina Almeida, de la cofradía de Vilaxoán. // Iñaki Abella

Ellas conviven con el frío, con la humedad. “Eso te sube por la cabeza y te baja por los pies”, describe García su labor. Ellas salen a faenar aún con temporal. A ellas nada las exime del agua, la lluvia, el viento y el frío en sus jornadas, sea invierno o, para que negarlo, verano. “El mar es muy bonito, pero te acaba minando. El escudo es tu cuerpo. Esa humedad se filtra. Estás en el mar, dentro del agua. Eso te va afectando”, cuenta la mariscadora Rita Vidal. Sus horarios fluctúan en función de las mareas: madrugada, mediodía o lo que toque. “Existe un gran desconocimiento de nuestro modo de trabajo y en consecuencia de las dolencias derivadas del mismo. Sufrimos la exposición a cambios meteorológicos extremos. Eso nos afecta al sistema inmunológico pero también nos genera enfermedades como lumbalgia”, cuenta Rita Míguez, presidenta de la Asociación Nacional de Mujeres de la Pesca (Anmupesca). Ellas, son trabajadoras autónomas, trabajadoras del mar. Su lucha: que les den más protección social, que se les equipare con sus iguales varones.

Ángeles García en el banco marisqueiro de A Seca. // Gustavo Santos

“Aún tenemos muchas trabas a la hora de coger la baja laboral. Tenemos que dar muchas vueltas porque los médicos nos dan la baja por enfermedad común, no por enfermedad profesional”, reconoce García. Ella cuenta ahora 58 años. Toda una vida en las playas sembrando, mariscando, limpiando y vigilando. Pendiente de esos 12 o 15 días de marea cada mes, dependiendo de la cantidad de marisco que haya en la playa. Almeja japónica, almeja fina o berberecho. “Nuestro cuerpo entero está afectado”, cuenta García. Alzan la voz por que se les reconozcan las dolencias asociadas a su profesión como enfermedad profesional, no como enfermedad común. La diferencia es que, como autónomas que son, cobren el 75% de la prestación desde el primer día de la baja, o el 60% de la prestación desde el día 19 –en el segundo caso–. “Somos autónomas fantasmas porque la legislación no se adapta a nuestras necesidades”, denuncia la mariscadora Rita Vidal. De su vida hizo el marisqueo por tradición familiar: madre mariscadora y padre marinero “lo llevo en los genes. Toda mi familia se ha dedicado al mar”.

"Somos autónomas fantasmas porque la legislación no se adapta a nuestras necesidades"

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“Es una actividad en la que estás muchas horas en la misma postura, levantando peso en muchas ocasiones. No son condiciones favorables para la columna”, expone Lourdes Corvo. Ella decidió a ser mariscadora por la conciliación familiar. Porque le permitía criar a sus tres hijos a la vez que mantenía su independencia económica. Traía dinero a casa. “Estamos siempre expuestas a la intemperie. Aunque lleves ropa de agua siempre te mojas. Eso junto con el peso que cogemos te afecta a los huesos y a los músculos reconoce”, Corvo. Muchas sufren constantes infecciones de orina por estar continuamente en contacto con el agua, “eso tampoco se considera enfermedades profesionales”, revela Míguez. “ Tampoco se reconocen como enfermedades profesionales los problemas de visión por la reverberación del sol en el mar”, suma y sigue una larga lista la portavoz de Anmupesca.

Entre los anhelos de estas trabajadoras está también conseguir que a su colectivo se le reconozca el derecho de anticipar la jubilación, como a sus homólogos varones que marisquean a bordo . “No es como una oficina, si no trabajas la playa no sale nada”, cuentan. Son muchas las que a partir de los 60 años se cogen bajas. “No nos quieren dar la jubilación anticipada. Esos puestos se podrían cubrir con gente joven”, opina Corvo.

"No es como una oficina, si no trabajas la playa no sale nada"

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Entra en juego aquí el coeficiente reductor. Para estas trabajadoras autónomas es del 0.10, es decir, por cada diez años que trabajan se les reconoce uno adicional cotizado. “Queremos que aumente esa compensación al 0.15 porque al final te jubilas y llevas muchos años de baja. A mucha gente le ocurre eso”, cuenta Corvo. A fin de cuentas, “queremos que nos equiparen a nuestros compañeros mariscadores varones”, compara García con los que marisquean a bordo de un barco y los percebeiros. Las percebeiras aquejan la misma desventaja.

Por que en pandemia salieron a faenar. Ellas eran parte de ese eslabón de la cadena que se tildó de primera necesidad. “Si falla el mar, falla lo que hay en tierra”, reflexiona Vidal. Ellas organizan sus jornadas en mareas en función de su altura. Siembran en verano. Recogen el marisco de las playas, organizan los cupos de extracción, lo venden en las lonjas. Ellas, compaginan el trabajo de mariscadoras con limpiar y vigilar las playas. Ellas son, también, trabajadoras del mar.

Negociaciones con el Gobierno

Fue antes de la pandemia que Anmupesca entabló una mesa de trabajo con los Ministerios de Trabajo, Seguridad Social, Pesca e Igualdad para estudiar la situación de las mariscadoras. El COVID aplazó la negociación. También han iniciado, recientemente, este diálogo con el Gobierno desde la Unión de Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA). Reclaman una modificación del régimen especial de trabajadores del mar, para que se les reconozcan ciertas enfermedades como enfermedades profesionales asociadas a su actividad. “ Necesita ser revisada”, apunta Eduardo Abad. “Tenemos que revisar también el cálculo para la jubilación anticipada para este colectivo que trabaja con dificultad porque desarrollan trabajos duros físicamente”, incide Abad.

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