No es la primera vez que los expertos lanzan la advertencia: con los delfines no se juega. Han vuelto a insistir con motivo del asentamiento en la ría de Muros y Noia de Manoliño, el delfínido que de confraternizar con un mariscador ha pasado casi a ser odiado por este colectivo. Y algo parecido ocurrió con Gaspar.

Así se llamaban o quisieron llamarle al enorme delfín que hace más de una década causó sensación en las Rías Baixas. En Galicia nunca se había documentado un miembro de esta familia de cetáceos con tanto afán por interactuar con el ser humano. Tal como Manoliño.

Gaspar contagió a muchos espectadores de sus cabriolas en el mar y a otros tantos que se encontraron con él cara con morro, el sueño de todo niño de convertirse en amigo de este divertido animal. No había día sin que un navegante lo fotografiase cerca de su barco o saltando a su costado. Incluso en paseos marítimos tan urbanos como el vigués de As Avenidas, los paseantes podían asegurarle a su hijo o su nieto que verían un delfín porque lo normal es que apareciese de un momento a otro.

Nulo caso a los avisos

Ya en ese momento los biólogos de la Coordinadora Europea de Mamíferos (CEMMA) avisaban de los riesgos. Pero sus mensajes encontraban escaso eco en un público fascinado con Gaspar. Hasta que al cetáceo se le fue "la mano", en su caso, la aleta.

El primer toque de atención de los riesgos de un comportamiento impredecible para alguien ajeno a su especie saltó a los telediarios nacionales. Aquellas imágenes con Gaspar zarandeando con sus embestidas a una trainera que participaban en una regata en Cangas infundió los primeros temores. A partir de aquí las reacciones virulentas de este delfín fueron sucediéndose. Por fortuna, ninguna se saldó con daños personales que lamentar.

Cuando ya había suficientes indicios de que los problemas podrían ir a más, de repente, Gaspar desapareció de estas latitudes. Como si intuyese que acabaría siendo detestado, puso mar de por medio.

Es lo que ahora en las Rías Altas desean que suceda con Manoliño. Y pronto, antes de que los bañistas llenen las playas y se lancen a posar para la cámara con "el amigo" Manoliño.