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Cámaras en las minas de coltán

Protesta de la flota contra la instalación de cámaras a bordo Iñaki Abella

Con la edad y la experiencia uno empieza a estar un poco harto de que se haga un exceso de ecologismo con la pesca, que en la Unión Europea –y sobre todo, e insisto en lo de, sobre todo, en España–, se encuentra muy regulado y donde el marco de inspecciones es de lo más severo. Empiezo a creer lo que ya sospechaba: que los países hacen ecologismo con lo que no les afecta económicamente y, desgraciadamente, la pesca como sector económico interesa en muy pocos países europeos. Ha sido una constante el nombramiento de ciertos Comisarios Europeos de Pesca que podrían ser denominados como rogue Commissioners, en la terminología política anglosajona (y no estoy diciendo que le actual lo sea), que en la traducción más amable serían comisarios pícaros que luego encuentran su empleo en las organizaciones ecologistas, algo que de suceder en España hubiera desatado una tormenta política.

Estamos a vueltas con el tema de la instalación de cámaras de televisión en los pesqueros. Pues eso me parece un exceso innecesario ya que la pesca está bien controlada y si, por ejemplo los países de la Unión aprobaran las disposiciones que contra la lucha contra la pesca ilegal que posee España, otro gallo cantaría. Lo que indigna es que se aplique una visión tan moralista con la pesca y no se haga con otros sectores de la economía.

Ya está bien de tanta moralina con la pesca sin adoptar los mismos criterios con las multinacionales y la minería internacional

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Pues bien, yo les recordaría a los miembros de la Comisión Europea y ciertos parlamentarios del Parlamento Europeo, si se dan cuenta que en sus teléfonos móviles, tabletas y portátiles resulta indispensable el Coltán que se explota en más del 80% de las minas existentes en la República Democrática del Congo, donde aproximadamente trabajan unos 40.000 niños en régimen de esclavitud, donde empiezan a trabajar a los cinco años y que muchos de ellos mueren por las inhumanas condiciones de trabajo de esas puñeteras minas. Se calcula que ese negocio mueve el 4,4 % del PIB mundial. Por eso tanto las grandes multinacionales, como los moralistas países de la Unión Europea miran para otro lado y descargan su conciencia ecologista pretendiendo instalar cámaras de televisión hasta en los rastrillos de las mariscadora galegas.

Ya está bien de tanta moralina con la pesca sin adoptar los mismos criterios con las multinacionales y la minería internacional, con esa minería internacional que, como la que explota la extracción de crudo de los fondos marinos, luego financia pretendidas ONG como la Pew Charitable Trusts, que se dedica a preocuparse por la pesca y su repercusión sobre el medio ambiente, a ver si así se distrae la atención sobre lo que su industria hace a esos mismos fondos. Es indignante que, en medios de la Unión, se preste más atención a ciertas organizaciones que los verdaderos órganos de representación ciudadana de las democracias como son los parlamentos, organizaciones empresariales y sindicales representativas y gobiernos.

En materia de la pesca la Unión Europea debe de analizar cuál es el verdadero Level Playing Field en el campo de la pesca y en otros que ha sido muy bien analizado por MarInnLeg. En cuanto al tema principal de este artículo, más vale que la Unión Europea emprenda una acción decidida contra este problema de los niños cadáveres del Coltán y otros estragos medioambientales que la minería internacional causa en los países menos desarrollados que desde luego son mucho mayores que los que la pesca puede causar. Empiecen exigiendo poner cámaras en las minas de Coltán y no lo digo en broma: es una vergüenza internacional.

* Enrique López Veiga es exconselleiro de Pesca

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