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Un segmento de pesca contra las cuerdas

El palangre gallego frena la renovación de flota: "Nadie se atreve; todo está en contra"

Los armadores cortan la inversión al ver amenazada su viabilidad por los ataques a la pesca de tiburones, los bajos precios y alertas "infundadas" como la de Sanidad con el mercurio

El palangrero "Costa Azul Dos" durante su construcción en Armón Vigo en 2017. // Alba Villar

Durante la edición de 2016 de la feria Navalia, el presidente de la Cooperativa de Armadores de Vigo (ARVI), Javier Touza, anunciaba que uno de sus asociados encargaría dos palangreros de nueva construcción a un astillero gallego. Fue Armón Vigo el encargado de fabricarlos y entregarlos. En aquel entonces, el palangre tomaba la delantera en la necesaria ola de renovación de la flota pesquera gallega. No en vano, la media de edad de los 120 buques que forman la flota en la comunidad gallega supera las dos décadas y se trata de unidades que recorren grandes distancias en busca de pez espada y tiburón, trabajando en todo el océano Atlántico, pero también en el Pacífico y el Índico. Sin embargo, casi tres años y medio después de aquella feria del naval los armadores han decidido paralizar los proyectos debido a la coyuntura que vive esta flota. "Nadie se atreve a meterse en eso; todo está en contra", explican las asociaciones de Vigo, Marín y A Guarda, que citan principalmente casos como los bajos precios de sus capturas y la recomendación de Sanidad de no comer sus productos por su contenido en mercurio.

Solo en el caso de la Organización de Palangreros Guardeses (Orpagu), hace dos años al menos siete armadores tenían intención de renovar sus barcos. De hecho, se aliaron con astilleros como Nodosa o firmas como la viguesa VicusDT. La idea era "evitar diseños de hace 30 años" y apostar por reducir los consumos. Del mismo modo, armadores de ARVI o Marín tenían proyectos que pasaron por astilleros de las rías de Vigo y Pontevedra, pero que no se concretaron.

"Ahora no es el mejor momento para hacer ese tipo de inversiones", resalta Juan M. Fragueiro, gerente de los armadores marinenses. Según explica en la actualidad "no se dan las condiciones" para apostar por una nueva construcción. Lo mismo opinan el presidente de Orpagu, Joaquín Cadilla, o el gerente adjunto de ARVI, Edelmiro Ulloa. "La gente tiene mucho miedo", dice el primero; "nadie se va a atrever", apunta el segundo.

Motivos

Pero, ¿a qué se debe ese cambio de actitud en tan poco tiempo? El sector se siente "acorralado", como explican los tres mandatarios. Y no es para menos. Raro es el año que alguno de sus barcos no se ve hostigado por asociaciones conservacionistas. Desde 2016 cuatro palangreros fueron acosados, abordados o incluso retenidos faenando dentro de la legalidad. El último fue el Ameal el pasado junio cuando trabajaba a 200 millas de las Azores y recibió la visita de Greenpeace.

Este acoso se une a la fuerza que realizan las ONG por intentar vetar la pesca de escualos. El pasado agosto, esa fuerza llevó a que el marrajo fuese incluido en el llamado Apéndice II de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES). La medida, adoptada en contra de la opinión de la FAO y del sector, supone trabas y costes para la comercialización de la especie. Y de milagro se evitó el cierre de la pesquería durante la reunión anual de la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (Iccat). Todo ello, pese a la reconocida falta de datos científicos sobre la especie.

Y la puntilla llegó de parte del Gobierno español. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan), dependiente de Sanidad, actualizó a principios de noviembre su guía de consumo de pescado por el alto nivel de mercurio que presentan algunas especies. En el documento, la agencia recomendó que las embarazadas y niños menores de 10 años eliminase el consumo de pez espada, atún rojo y tiburón, además de limitar a 120 gramos al mes en el caso de niños de entre 10 y 14 años. La recomendación tuvo un "efecto demoledor": Una caída de los precios de más de un 25% en caso del pez espada y del 45% en el de la tintorera. "Así, ¿quién va a renovar un barco?", lamentan desde Marín, ARVI y Orpagu.

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