El siniestro del Senefand Uno, el pesquero de capital vigués que se hundió frente a las costas de Senegal en 2017, se debió al intento de elevar el copo de pesca con un "peso excesivo" -de unas veinte toneladas-, razón por la que el buque escoró a estribor y precipitó una "inundación incontrolada" que lo dejó quilla al sol. Sobrevivieron ocho de los once tripulantes, uno de ellos de Moaña; otros tres, incluido el patrón -el marinense Vicente Pazos, de 52 años- nunca fueron localizados. Tampoco se pudo determinar el lugar exacto donde, desde aquel 7 de febrero, descansa el pecio. El informe de la Comisión Permanente de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (Ciaim), dependiente del Ministerio de Fomento, ha llegado prácticamente a la misma conclusión que había conjeturado entonces la armadora. El Senefand Uno pertenecía a la compañía homónima, una de las filiales del grupo vigués Profand.

Las consecuencias del hundimiento fueron fatales debido a dos circunstancias. En primer lugar, el hecho de que la "puerta de comunicación con el parque de pesca" estuviese abierta durante las maniobras de virado del copo, "anulando de esta manera la estanqueidad de ese espacio durante una maniobra comprometida". Con el barco escorado a estribor, precipitó "una inundación incontrolada y una escora rápida y progresiva hasta que el buque quedó quilla al sol". Por este motivo, y en el capítulo de "recomendaciones", el organismo recuerda "la obligatoriedad de mantener la estanqueidad [de los pesqueros], con especial atención a las puertas de popa del parque de pesca". "Las puertas estancas deben estar normalmente cerradas". Es un mandato que mantenía también la propia compañía para con sus empleados, en cumplimiento por otra parte de la normativa internacional.

En segunda instancia, a que la radiobaliza no se activó. Este dispositivo se activa cuando el liberador hidroestático alcanza una determinada presión, normalmente a unos cuatro metros de profundidad. En cuanto alcanza la superficie emite una señal de emergencia vía satélite para auxiliar a tripulantes. Eso no sucedió con el Senefand Uno. "Se supone -continúa el Ciaim- que se quedó enganchada en el buque, ya sea con los artes de a bordo o en algún recoveco que forma la superestructura del mismo". Dado que no hubo ninguna alerta por radio, y que tampoco la radiobaliza hizo su cometido, los supervivientes -entre ellos, el jefe de máquinas, Fernando Argibay- permanecieron a la deriva en una de las dos balsas salvavidas durante tres días, cuando fueron rescatados por el mercante Grande Argentina.

Tras el hundimiento -fue Profand quien advirtió a los medios de salvamento tras perder el contacto con el Senefand Uno- la armadora trató de sumar un buque oceanográfico a las tareas de búsqueda, toda vez que no se había avistado ningún vestigio en la zona del hundimiento (palés, una caja rotulada, algo de combustible...). Los oceanográficos están dotados de gran variedad de ecosondas multihaz y de barrido lateral que arrojan información de hasta 12.000 metros bajo el agua. No fue posible; las tareas de búsqueda -con medios locales y privados- se cancelaron varias semanas después.