Un silencio sobrecogedor recibió al arzobispo de Santiago, Julián Barrio, en el pabellón de deportes de O Pombal. Más de 3.000 personas asistieron al funeral por las víctimas del Sin Querer Dos, que presidiría Barrio. Nunca tanta gente se había dado cita en ese lugar.

Las familias de los tres marineros fallecidos en el naufragio ocupaban las primeras filas. Muchos de ellos apenas habían ido unas horas a sus casas desde que el jueves llegaron los cuerpos y se instaló la capilla ardiente en el centro deportivo municipal.

En los vestuarios del pabellón, les habían una sala individual a cada familia para que pudiesen comer algo y tuviesen unos momentos de intimidad, y la Cofradía envió sillones y mantas para que descansasen cuando lo necesitasen.

Desde el jueves, y hasta el comienzo del funeral, fue tal el aluvión de gente que acudió a darles el pésame y a acompañarles unos momentos que fue necesario instalar unos pivotes con unas cintas de colores para ordenar el flujo de vecinos y allegados hacia donde estaban las familias.

Poco antes del funeral, era tan grande la afluencia de peatones y vehículos a O Pombal, que fue necesario montar un dispositivo de seguridad y control del tráfico formado por una decena de personas de la Policía Local, la Guardia Civil y Protección Civil, que coordinaba el jefe de la Policía, Adolfo Suárez.

Una vez comenzada la misa, fueron constantes las palabras de apoyo y ánimo a las familias de las víctimas, pero también fueron recordados Guillermo Casais, que permanece desaparecido, y José Ángel Sanjurjo, el patrón de Malpica muerto en otro accidente solo unas pocas horas después del hundimiento del Sin Querer Dos.

El arzobispo manifestó en la homilía que el dolor por la pérdida de los seres queridos "es sagrado", y pidió a los parientes que mantengan "la fe y la esperanza", por mucho que en estos momentos aún les parezca que "esto es un mal sueño del que se quiere despertar". Julián Barrio tampoco obvió los riesgos inherentes a la labor en el mar. "Por mucho que los marineros conozcáis el mar, la seguridad nunca es completa".

El cura párroco de Santa Mariña Dozo, José Aldao, también quiso mostrarles cariño haciéndoles ver que "la gran familia del mar ha vuelto a estar unida", al tiempo que deseó "suerte" a los equipos de emergencia que siguen buscando a Casais en la Costa da Morte.

Cambados es un municipio donde el mar forma parte de su identidad (su cofradía de pescadores es la más antigua de España, y su pósito es uno de los más importantes de Galicia por número de socios y cantidad y variedad de artes de pesca), y el sacerdote quiso recordar que la muerte de Manuel Serén, Teófilo Rodríguez y Bernardino Padín no ha sido solo un golpe para sus familias, sino para un pueblo entero. "Este es el Cambados real, el auténtico, el de la gente honrada y trabajadora. No el que nos intentan vender por ahí por intereses absurdos", manifestó en alusión a las recientes series de televisión sobre narcotráfico.

Había tanta gente en el funeral, que al llegar el momento de la comunión, Julián Barrio se la dio primero a los parientes de las víctimas, y después tuvieron que repartirse cuatro sacerdotes por toda la cancha.

La ceremonia se cerró con la lectura del poema "Sós", del poeta de Rianxo Manuel Antonio ("Fomos ficando sós/ o Mar o barco e máis nós"), a cargo del sacristán, Joaquín Chaves, en el que añadió al final unos versos en los que atenúa la soledad de los náufragos al sugerir que quienes les esperan en tierra jamás les olvidarán.

Concluido el funeral, las familias pidieron unos minutos para quedar a solas con los fallecidos, y se procedió al desalojo del pabellón, que duró más de un cuarto de hora. Fue después cuando los cuerpos de Manuel Serén y Teófilo Rodríguez fueron llevados al cementario de Santa Mariña, y el de Bernardino Padín, al de Corvillón. Una vez más, las familias fueron despedidas con aplausos por las muchas personas que aguardaban fuera, bajo una lluvia constante.