La gastronomía gallega está caracterizada por numerosos productos, entre los que destacan los percebes, las navajas, las almejas, los berberechos, el pulpo..., una serie de pescados y mariscos que además de presidir las mesas son la forma de vida de mariscadores y pescadores de Galicia. Estos productos marinos, de los más demandados y cotizados, tienen detrás un negocio ilegal que en los primeros siete meses del año superó las 100,6 toneladas de marisco solo en decomisos, según datos facilitados por la Consellería do Mar, pues la actividad irregular incluye también las ventas no interceptadas. Detrás de este negocio ilegal están organizaciones que tienen un funcionamiento similar al de las mafias, turistas que ostentan el título de furtivos de bañador y personas sin recursos.

Estos tres tipos de pescadores ilícitos se suman a los 16 perfiles que operan en Galicia, según los estudios desarrollados por el grupo de economía pesquera de la Universidade de Santiago de Compostela (USC) en el que trabajan Hugo Ballesteros, Gonzalo Rodríguez y María do Carme García-Negro.

El equipo de investigación estudió casos similares en Sudáfrica, Australia y Canadá, pero Ballesteros asegura que el furtivismo gallego es "único" en el mundo. A pesar de ser una práctica repudiada por los profesionales del sector, la realidad socioeconómica de Galicia y el número de intervenciones realizadas entre enero y julio (ascienden a 9.065) reflejan que es una actividad cotidiana.

Los miembros de la Policía Autonómica y del Servizo de Gardacostas de Galicia requisaron a los furtivos gallegos durante los primeros siete meses del año un total de 100.648 kilos de pescado y marisco, una cifra muy superior a los 21.632 kilos del año pasado. Los investigadores de la USC aseguran que las acciones de los pescadores ilegales causan un "gran impacto económico" en la industria del mar y un "grave menoscabo" a la profesión. El subdirector del Servizo de Gardacostas, Lino Sexto, indicó en declaraciones a Europa Press que la cantidad de marisco decomisado suele ser la misma todos los años, pero si se da algún repunte -como el de este año, de 79.000 kilos más respecto al anterior- la causa es que ciertas actividades ilícitas se computan como furtivismo aunque realmente no se correspondan a las que desarrollan comúnmente.

Hugo Ballesteros, Gonzalo Rodríguez y el presidente de la Federación Galega de Confrarías de Pescadores, Tomás Fajardo, coinciden en que esta práctica es totalmente indeseada y rechazada por el conjunto de los mariscadores. Aunque a veces hay algún caso puntual en el que los trabajadores aceptan esta extracción ilegal. El sector consiente la recogida de marisco furtivo en casos de necesidad -cuando los pescadores irregulares tienen problemas de dinero, drogadicción o están en paro- y para el autoconsumo. Así lo confirma el estudio del grupo de economía pesquera de la USC, ya publicado por este diario. Esta permisividad puntual esconde una responsabilidad de ayudar al necesitado que recae sobre los mariscadores.

Ballesteros relató un caso en las Rías Baixas que ejemplifica esta situación: los percebeiros de la zona y un grupo de jóvenes con problemas de drogadicción pactaron que los mariscadores les cediesen una zona de pesca para que los jóvenes ejercieran el furtivismo y evitar así actos delincuentes en el pueblo.

Otro tipo de furtivismo que afecta al sector es el denominado de bañador: el que practican turistas y veraneantes cuando recogen marisco en las playas. Ballesteros afirma que esta actividad la practican de forma "casi lúdica", mientras que el presidente de las cofradías de pescadores la tacha de "vicio". Esta clase de captura ilegal no es tan evidente como la profesional (la que ejercen sin licencia para ganarse la vida), la interna (la que se da en el propio sector) o la organizada, que puede llegar a actuar como una mafia y recaudar hasta 3.000 euros en una noche, según apunta el grupo de investigación.

Las consecuencias de la extracción ilícita de marisco son numerosas. No solo se perjudica a la economía con hundimientos del precio del recurso y con competencia desleal, sino que también repercute negativamente en el medioambiente. Hugo Ballesteros asegura que el daño económico "aún no se valora", mientras que su compañero Gonzalo Rodríguez añade que la extracción incontrolada "desestabiliza los mercados, reduce los ingresos de los mariscadores legales y consolida canales en el mercado negro".