Las lonjas de Galicia están llenas de pescado. Especies variadas, de una calidad superior y durante prácticamente todo el año. Sin embargo, los pescadores sufren un problema al que de momento no se ha encontrado solución. ¿Por qué tiene que pagarse precios totalmente diferentes a lo largo de un año si la especie es la misma? ¿Por qué la sardina, un pescado muy demandado pero escaso estos últimos años, puede pasar de costar 20 euros el kilo a solo 1,7 a lo largo de un mismo año? "Es una deuda aún pendiente", señaló la semana pasada la conselleira de Mar, Rosa Quintana. Un problema que por el momento tiene difícil solución pero al que tanto Administración como sector intentan poner una solución.

El año pasado las lonjas de la comunidad dejaron un balance de ventas de más de 500 millones de euros, una cifra que es muy buena pero que tan solo es un 3% superior a la de 2016, mientras las descargas crecieron un 13%. Un "desajuste", dicen desde la Xunta. Pero un desajuste que viene de lejos. Desde 2013 la facturación en las rulas gallegas creció un 22,7% mientras las descargas, es decir, el pescado que se vende, lo hizo más de un 30%.

"Estamos evaluando minuciosamente aquellas especies en las que el desajuste tiene más incidencia", señala la directora xeral de Pesca, Mercedes Rodríguez, que explica que la diferencia "no es igual en todos los segmentos de la flota ni en todas las pesquerías".

Desde la Xunta se han propuesto hacer "un análisis" especie por especie y caso por caso para "poder atajar el problema y desarrollar las medidas necesarias" que den la vuelta a la situación. Una acción, dicen, que vaya más allá del impulso que se le sigue dando a las marcas de calidad, como es el caso de pescadeRías, "cuyos productos certificados alcanzan un valor superior en el mercado a los que no lo están", recuerda Rodríguez.

Es precisamente este uno de los campos en los que más profundiza el sector pesquero para intentar dar un mayor valor añadido a su pesca. La Organización de Productores de Pesca Fresca del Puerto de Vigo (OPPF-4) lanzó a finales del pasado año Fresco & Salvaje, tal y como adelantó FARO. El sello de calidad fue creado junto a una iniciativa por la que han decidido elevar las tallas comerciales de especies como el gallo -rapante- o el rape sean más rentables.

También la Organización de Palangreros Guardeses (Orpagu) trabaja en un Proyecto de Mejora Pesquera (FIP, por sus siglas en inglés) para conseguir la certificación de calidad para todas sus capturas de pez espada y tintorera, además de lanzarse a producir sus propios elaborados con estas especies y adentrarse en el sector del atún en conserva.

Junto a ello, la flota sigue innovando todo lo que puede sus procesos a bordo. Durante estas fechas hasta tres arrastreros vigueses están testando nueva maquinaria, entre fileteadoras y evisceradoras, para dar mayor valor añadido a productos como la merluza, el rape, el gallo u otras especies menos conocidas, como el pepino de mar.

Todo ello son medidas con las que se busca un objetivo común: mejorar el precio del pescado.