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Expatrón del 'Mar de Marín', hundido hace un año en la ría

"Vasco": "Me cruzo con el "Baltic Breeze" cada dos semanas y se me pone la piel de gallina"

"Aún me viene a la cabeza todo aquello"

Francisco Javier Pazos Sanjorge en la foto que mantiene en "Whatsapp" a bordo del "Mar de Marín". // FdV

El arrastrero Mar de Marín impactaba hace casi un año contra el mercante Baltic Breeze sobre las 2.45 horas de aquel 1 de abril de 2014 en la ría de Vigo. Cinco de las diez personas que formaban la tripulación (Hassam Boudra, Alejandro García Castro, Carlos Santos Villar, Manuel Domínguez Mallo y Alexander Nketiah) perdían la vida en un suceso que conmocionó Galicia. En aquel pesquero viajaba también el patrón Francisco Javier Pazos Sanjorge, "Vasco", que en el momento del choque descansaba en su camarote. Ahora, a los mandos del Nuevo San Cibrán, recuerda para FARO cómo fue aquel terrible suceso y cuenta como es su vida en la actualidad.

-¿Le costó volverse a poner a los mandos de un buque?

-La verdad es que el día que embarqué iba muy nervioso. Aún ahora me viene mucho a la cabeza todo aquello; no la tragedia en sí, sino la gente: Sueño mucho con ellos. Por ejemplo, los trabajos que tenía yo en el barco, los de arrastre, me los había hecho Alejandro [García Castro, el segundo patrón que iba a los mandos del navío en el momento del accidente y que falleció] porque le decía que me los grabara. Y claro, me viene a la cabeza él y todos ellos. También me acuerdo del susto, como cuando hay temporales y los golpes de mar golpean el barco. En esos momentos me levanto sobresaltado y me recuerda a eso. Pienso que estoy prácticamente al 100% pero no se me olvida eso ni se me olvidará.

-Entonces, ¿puede decir que lo ha superado?

-Sí, yo superar lo he superado. Lo llevo muy bien, estoy en el mar muy contento y estoy a gusto en esta empresa. Pero claro, lo recuerdo a diario. Es más, es raro que cada dos semanas o así no me cruce con el mercante, el Baltic Breeze, porque sigue viniendo a Vigo.

-¿Qué siente cada vez que lo ve?

-Se me pone la piel de gallina. La semana pasada pasó a media milla de mí. Lo vi venir y se me puso la piel de gallina. Y probablemente ahora lleve a otro capitán diferente, no me importa, pero eso no se olvida en la vida. Jamás.

-¿Mantiene muy vivo todavía el "shock" que supuso aquella situación vivida hace un año?

-Sí. Por ejemplo, cuando embarqué en este nuevo barco, les digo a los marineros: amigos, aquí todo el mundo con el chaleco puesto, y quien quiera bien. Si no, ya sabe. Piensan que nunca les va a tocar. Hasta les insisto en que prueben los trajes de supervivencia. Por eso, el pasado mes de enero llamé a un inspector de seguridad para realizar un simulacro contra incendio y de supervivencia. Gracias a haberlo hecho supimos que uno de los trajes no le servía a un marinero corpulento. Si llega a pasar algo antes ese chaval tendría cero posibilidades de sobrevivir a algo como lo del Mar de Marín. Después de aquello que pasó soy más meticuloso en todo lo que se refiere a la seguridad.

-Precisamente el traje fue lo que le salvó, ¿no?

-Sí, fue el ser capaz de meter las piernas en el traje. No me dio tiempo a más y mira que yo me pongo el traje en menos de un minuto. Me salvé por tener esa reacción rápida. Mallito [Manuel Domínguez Mallo, marinero de Marín todavía desaparecido] estaba a mi lado y yo le gritaba: "Mallo, ¡agárrate a algo!". Pero estaba paralizado, igual que todos, y se coló con el barco.

-Porque el buque se hundió muy rápido...

-Es que no dio tiempo a nada. Cuando subí al puente le pregunté al difunto de Alejandro qué había pasado y me respondió: "¡Chocamos con un barco!". En el momento pensaba que era uno pequeño. Yo venía de descansar y notaba el barco escorado porque nos llevaba a rastro. Recuerdo que miraba las luces en tierra pero no sabía qué había pasado. Le habíamos dado a un barco pero no sabía a cuál. Había muchos ruidos y le grité a Ramón [Juan Ramón Santiago Torres, contramaestre de Marín residente en Pontevedra] para ir a buscar la balsa. Cuando salí del puente para intentar acercarme a popa, donde estaban las balsas, fue cuando miré aquella mole y dije: "Nada, Ramón, estamos muertos". Fue lo único que me vino a la cabeza.

-El mercante ya los llevaba a rastro y no podía parar?

-Claro. Y las embestidas eran muy fuertes y nos podían tirar del barco. Y si caías hacia babor ya te engullía. Corrí dentro del puente, apreté el botón de llamada de socorro, empecé a sacar trajes y a gritarles: "¡Vamos, vamos vamos!". Mi salvación fue ponérmelo fuera del puente? Pero en ese momento ya nos fuimos todos para abajo. No dio tiempo a nada. Y quisiera puntualizar que lo que dice el mercante de que nos echó una balsa para ayudarnos es totalmente mentira.

-¿Y eso?

-Porque yo estaba en la balsa y le decía a Gonzalo [Santiago Torres, marinero de Marín]: "Controla por ahí y yo por aquí, no vaya a venir ahora un barco y nos embista, que ya sería lo último". Y en ese momento lo único que vi fue a la patrullera de Aduanas venir hacia nosotros. No echó ninguna balsa, el tío se retiró, se fue y nos dejó morir como perros. Eso se lo dije a la jueza y lo diré siempre: Nos dejó tirados como animales. Es más, a lo mejor si no hubiera dado marcha atrás el Mar de Marín hubiera aguantado 5 minutos más porque tenía el bulbo metido. A lo mejor nos daba tiempo a echar las balsas y a salvarnos. Al dar marcha atrás ya se hundió de golpe. A mí me pasó la proa de mi barco rozando la cara. Me fui al fondo pero luego subí como una boya por el traje. La mitad supongo que murieron ahogados de esa manera.

-¿Sigue en contacto con los supervivientes?

-Sí, uno está en las Malvinas, aún estuve con la mujer hace poco. Ramón, por ejemplo, ya me dijo que quería embarcar conmigo pero no tengo plaza de momento. Lo mismo pasa con el cocinero, Sindo [Gumersindo Márquez Arias, de Pontevedra]. Pero la cosa está jodida en tierra y en el mar. Pero claro, si tengo sitio los embarco. Con el biólogo [Nicolás Mira Curat, observador de Pesca del Instituto Oceanográfico Español] es con el que no tengo contacto, pero llevo a observadores a bordo y les pregunto por él. Me dicen que dejó el mar.

"Fue un accidente evitable, tanto por parte del mercante como del patrón de costa, Alejandro; seguro que algo le engañó"

-¿De quién cree usted que es la responsabilidad del accidente?

-Lo que puedo decir de esto es que Alejandro era un patrón veterano y pienso que si hizo esa maniobra fue por algo. Y estaba tan seguro de que lo estaba haciendo bien que echó 10 minutos hablando con la torre de control. Alguna luz le tuvo que equivocar. Llevaba años con él y yo dormía muy tranquilo porque sabía hacer su trabajo y era responsable. Yo la verdad no sé qué hubiera hecho en su lugar.

-¿Qué importancia tiene el tema de las luces del mercante?

-El Reglamento Internacional para Prevenir Abordajes en la Mar (RIPA) obliga al otro barco a hacer todo lo posible para evitar el choque. Si el otro hubiera caído a la otra banda hubieran evitado el impacto. Pero el mercante no lo hizo. Era evitable totalmente, tanto por parte de mi patrón como del otro. Pero estoy seguro que algo engañó a Alejandro? las luces o lo que fueran. Porque el mercante no iba por el punto de recalada, atravesó muy pegado a las Estelas y ya no estaba dando la luz que le tiene que dar a Alejandro. Está dando la verde, y claro, imagino que él también le daría la verde. La pena es que no está él para poder contarlo, porque recuerdo que cuando subí al puente me decía: "Se nos echaba encima Vasco, se nos echaba encima".

-¿Eso de las luces quiere decir que el mercante iba por mal sitio?

-Sí. Por ejemplo, muchas veces pasa que cuando salen los mercantes, en la separación del tráfico marítimo en Finisterre y se meten dentro del caladero, a veces vas navegando y le das la luz roja (es decir, babor), por lo que ellos también tienen que dar la roja. En cambio no lo hacen, te dan la verde (estribor). ¿Y en ese momento qué haces para evitar el abordaje? Pues le das la verde también. Es una maniobra que se hace a diario. Y lo que hizo Alejandro se hace a diario. Si él ve la verde y no la roja lo que hizo fue darle la verde: esa fue su equivocación, porque estoy seguro de que si viera la roja no hubiera hecho aquello. Vamos, que el problema está en las luces de ese mercante. Por eso Alejandro insistió con la torre de control.

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