Aprovechando que las biotoxinas mantienen cerrados muchos de los viveros, y que el poco mejillón que queda para comercializar a estas alturas del año está delgado, el sector se "entretiene", sobre todo, realizando tareas de mantenimiento de los barcos y bateas, pero también con el "encordado" de la mejilla. La cría obtenida en las rocas se manipula en los barcos amarrados a puerto o abarloados en las bateas. Esa cría de molusco se sujeta a las cuerdas enrrollándola con una fina red biodegradable de rayón. El pequeño mejillón utilizará sus pelos (biso) para sujetarse a la cureda y empezar a crecer. Dentro de cuatro o seis meses, cuando ronde ya los 5 centímetros, será el momento del "desdoble", que consiste en quitar toda la semilla y repartir el peso de una cuerda en varias, pero con menor densidad, para que siga creciendo.

En 1945 se fondeó en Vilagarcía la primera batea de mejillón, en 1949 se iniciaban los fondeos en la de Vigo y en 1954 la actividad se extendía a Cambados, O Grove, Bueu, Redondela y A Pobra do Caramiñal, para llegar en 1955 a la ría de Ares-Betanzos y en 1956, a la de Muros, si bien es cierto que la vinculación de Galicia con este molusco se remonta al siglo VIII a.C., cuando los celtas aprovechaban la bajamar para recolectar este marisco en las rocas.

Evidentemente, muchas cosas han cambiado hasta llegar a la situación actual, pero se mantiene el cultivo tradicional en batea. Hay un total de 3.337 viveros flotantes distribuidos en medio centenar de polígonos que, a su vez, se reparten en cinco rías -incluidas Baiona y Corme-. La de Arousa, considerada por la FAO como la más rica del mundo por sus reservas de fitoplancton, posee el mayor número de bateas (2.292), lo que representa prácticamente el 70% del total de parques. La arousana se sitúa por delante de la de Vigo (478), la ría de Pontevedra (346), Muros-Noia (118) y la ría de Ares-Betanzos (103).

Las bateas tienen 500 metros cuadrados y deben disponer de un máximo de 500 cuerdas que cuelgan del emparrillado.