Con unos ingresos anuales de entre 90 y 120 millones de euros -prácticamente lo mismo que facturan todas las cofradías de la provincia de Pontevedra juntas en un año- el sector mejillonero gallego es, indiscutiblemente, uno de los motores económicos de la comunidad autónoma.

Pero más importante parece si se tiene en cuenta que la mitilicultura en Galicia representa el 80% de toda la producción acuícola de España. Y la prueba definitiva de la trascendencia socioeconómica de esta actividad es que las 3.337 bateas gallegas, pertenecientes a 2.400 propietarios, generan alrededor de 11.500 empleos directos, cuya repercusión es vital en los municipios más vinculados a esta actividad.

Tanto es así que en algunas de esas localidades, donde el mejillón es el producto estrella de sus puertos, el volumen de empleo representa al 40% de la población activa.

En el Consello Regulador do Mexillón de Galicia resaltan que "el desarrollo de la actividad mitícula produce un enorme efecto arrastre en la economía, en el fomento de inversiones en activos de empresas transformadoras, como la conserva, congelado y pasteurizados; en las comercializadoras -ya sean depuradoras o centros expedición-; en empresas auxiliares, desde astilleros a construcción de ribera, cordelerías y calderería; en el sector servicios, con actividades financieras y de asesoramiento legal y laboral; y en el desarrollo de centros de creación de conocimiento".

Todo ello, en su conjunto, "conforma un paradigma de desarrollo socioeconómico local difícilmente comparable".

En esta época del año puede decirse que el sector "descansa", al menos desde el punto de vista comercial. En el primer semestre de cada ejercicio el poco molusco que aún queda en las cuerdas de las bateas -la mayor parte se vende en la segunda mitad del ejercicio precedente- desova y está delgado, por lo que carece de calidad para salir al mercado y se interrumpen las ventas, limitándose a algunas operaciones puntuales en polígonos muy concretos de las rías.

Además, como se comprueba con el episodio iniciado en marzo, en la primera mitad del año suelen producirse los conocidos como afloramientos de primavera, que suponen un incremento de nutrientes en las rías, pero también un aumento de fitoplancton portador de biotoxinas y, en consecuencia, el cierre de bateas y polígonos. Es lo que popularmente se conoce como marea roja.

Esto quiere decir que ahora mismo, con una veintena de polígonos disponibles y alrededor de treinta cerrados por biotoxinas del género diarreico (DSP), apenas se vende mejillón. Y aunque no hubiera marea roja tampoco se vendería, ya que no tiene calidad suficiente.

Este período de transición, por tanto, hace que la actividad se centre en la recolección y encordado de la mejilla o cría del molusco. Aprovechando el momento, los dirigentes bateeiros consultados insisten en que "hay que mirar al futuro con optimismo". Saben que en 2012, a causa de la crisis, el consumo de mejillón en Galicia descendió un 14%, para situarse en 4.600 toneladas -de un total de 279.000 toneladas producidas-, pero saben, también, que "esto tiene que mejorar algún día, y cuando llegue el momento nuestro producto volverá a despuntar, ya que es el de mejor calidad del mundo", declara Javier Blanco, presidente de la asociación Virxe do Rosario (Vilagarcía).

Por otra parte, tanto él como otros dirigentes consideran "ya superado, y olvidado", el problema vivido recientemente con Francia, cuando vetó la entrada de mejillón gallego por supuestas intoxicaciones achacadas a un mal control de las biotoxinas, aunque después se comprobó que el problema se había generado en depuradoras francesas.

"Esa es la historia de siempre con los franceses, empeñados en menospreciar a Galicia y a nuestro producto; pero aquello ya forma parte del pasado y las exportaciones se han retomado, lógicamente a bajo ritmo, porque esta no es buena época para el mejillón", sentencian directivos de organizaciones productoras.

El sector bateeiro necesita obtener alrededor de once millones de kilos de semilla de mejillón para preparar la siguiente campaña. Es lo que se conoce como mejilla, que se recolecta en las rocas del litoral gallego, especialmente en las zonass más expuestas a las corrientes y temporales.

Ni que decir tiene que recolectar la semilla del molusco es, quizás, la operación más importante de todo el ciclo productivo, ya que sin mejilla en las bateas no hay posibilidad alguna de conseguir producto comercial al cabo de un año o año y medio.

Este mejillón de solo un par de centímetros ocupa prácticamente las mismas rocas que utiliza el percebe, lo cual puede dar una idea al lector de lo complicado que resulta el proceso de recolección. Y más cuando el invierno es tan complicado, meteorológicamente hablando, como lo fue el último. Por tal motivo el sector no pudo recoger a tiempo toda la mejilla, y esto llevó a la Consellería do Mar a conceder una prórroga. Los bateeiros tienen hasta finales de junio -y si fuera necesario hasta el 31 de julio- para recolectar el que es el embrión de la próxima cosecha.