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Un nuevo vuelo de «La gaviota»

Se publica la narrativa escogida de Cecilia Böhl de Faber, que firmaba su obra como Fernán Caballero

Cecilia Böhl de Faber, retratada por Valeriano Domínguez Bécquer.

Cecilia Böhl de Faber, retratada por Valeriano Domínguez Bécquer. / Museo del Romanticismo, Madrid.

En su excelente labor de rescate de obras clásicas de la literatura española, la Biblioteca Castro acaba de publicar en un solo volumen las mejores novelas y relatos de Fernán Caballero, con un amplio prólogo de Enrique Rubio Cremades y un aparato bibliográfico de utilidad para estudiosos y amantes de la literatura española del siglo XIX. Aquí están las novelas más conocidas de Fernán Caballero, como La gaviota, La familia de Alvareda y Clemencia, pero también los relatos breves y los cuentos populares que publicó fundamentalmente como folletines en El Artista, El Heraldo, El Semanario Pintoresco Español o La Ilustración.

Cecilia Böhl de Faber firmó su obra literaria con el seudónimo de Fernán Caballero. En este caso no fue porque tuviera una ideología progresista o defendiera un feminismo avant la lettre, aunque en su obra reivindicaba un mayor protagonismo de la mujer en la sociedad del siglo XIX. Era conservadora, católica, contraria a los cambios sociales y defensora de un tradicionalismo arcaico. Tampoco fue porque estuviera mal visto que una mujer escribiera novelas, porque desde muy pronto fue consciente de que todo el mundo sabía quién era Fernán Caballero. Ella también criticaba a quienes pensaban que la creación literaria era cosa de hombres. En su escrito Una en otra se burla irónicamente de un personaje que dice que «una mujer que da un libro a luz es como un hombre que diera a luz un niño».

Se sospecha que la utilización del seudónimo obedecía a un deseo de identificarse con la sociedad y la cultura españolas, ejes de su obra literaria. Su padre era el hispanista alemán Juan Nicolás Böhl de Faber y los segundos apellidos de su madre, gaditana de nacimiento, eran irlandeses, Aherán Molony. Cecilia quería firmar sus obras con un nombre español y eligió el de Fernán Caballero.

Era una mujer muy culta, políglota y viajera. Nació en Morgues, Suiza, en 1796, se educó en Hamburgo y murió en Sevilla con más de ochenta años. Su vida estuvo marcada por una sucesión de matrimonios trágicos. Su primer marido, el capitán de granaderos Antonio Planells, murió en Puerto Rico al año de estar casados. Volvió a contraer matrimonio con Francisco Paula Ruiz del Arco, marqués de Arco-Hermoso, que murió durante una epidemia de cólera. Se volvió a casar con Antonio Arrom de Ayala, un muchacho débil y enfermo, mucho más joven que ella, que se suicidó en 1859. Todos estos dramas la determinaron a apartarse de la vida pública y a ingresar en el convento de Santa Inés pero no llegó a entrar porque la disciplina de aquella institución impedía que las monjas pudiesen leer libros.

«La gaviota», una novela imprescindible

Una de las grandes obras literarias españolas del siglo XIX es la novela La gaviota. Cecilia Böhl de Faber la escribió originalmente en francés y se publicó por entregas en el diario El Heraldo en 1849, traducida por José Joaquín de Mora. Con ella Fernán Caballero rompió la estética romántica hasta entonces en boga para acogerse a las nuevas corrientes del realismo, un realismo poético y costumbrista, que en su caso evitaba los aspectos más truculentos de la vida real, los suicidios, los melodramas, las desgracias. Utilizaba su literatura, junto a sus valores, para combatir a los folletinistas que, según ella, confundían a los lectores. Tanto la crítica literaria como el público acogieron la novela con entusiasmo. Y no sólo en España. La gaviota y otras de sus novelas fueron traducidas al alemán, francés, inglés y portugués, y triunfaron en Europa y América.

La trama de La gaviota se resume en pocas palabras: Marisalada, una mujer inocente pero ambiciosa e imbuida de una intrínseca maldad, se casa con el doctor Stein, un alemán que encuentra en el pueblo de Villamar no sólo el amor que buscaba sino la vida tranquila y gratificante a la que se entregaba con placer. Durante una estancia en Madrid Marisalada triunfa como cantante y conoce al torero Pepe Vera, con el que se entrega a un adulterio que fuerza a su marido a la separación y a instalarse en Cuba. Cuando el torero muere víctima de una cornada durante una corrida de toros y ella pierde la voz, Marisalada regresa a su pueblo para enfrentarse con su pasado y entregarse a un futuro del que había renegado.

El valor literario de La gaviota no está en la historia de sus protagonistas (algunos son trasunto de la propia biografía de la autora) ni en los valores que defiende, contrarios al cambio social, críticos con el progreso, defensores del campo frente a la ciudad, detractores de todo lo extranjero que desvirtúe las costumbres españolas y partidarios de la educación para superar los malos instintos.

A lo largo del relato Fernán Caballero también defiende la nobleza militar, la monarquía, la religión católica y la tradición frente al anticlericalismo y al proletariado que había empezado a surgir en las grandes ciudades. La ideología de Fernán Caballero queda reflejada absolutamente en esta novela a través de un mensaje que pretende ser didáctico y moralizante. Pero el valor literario de la obra de Fernán Caballero, y fundamentalmente de La gaviota, está en lo que se llama «historias dentro de la historia», en el corpus de refranes, versos, coplas, tradiciones, cuentos, costumbres y un rico anecdotario, diseminado a lo largo de la novela, que hacen muy gratificante su lectura. Para Fernán Caballero el mérito no estaba en contar una historia sino en ser, como ella misma se definía, «un daguerrotipo» de la sociedad en la que vivía, en unos años en los que la fotografía se iba instalando en la sociedad.

Otro de sus mejores valores literarios es la elaboración de los lenguajes de las diferentes clases sociales, fundamentalmente el aristocrático y el campesino, que pone en boca de los protagonistas de manera ejemplar.

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