Aires de familia
El escritor Marcos Giralt, nieto de Torrente Ballester, dirige una mirada sobre la primera familia de don Gonzalo, en la que combina el lirismo y la crítica

Marcos Giralt Torrente. / José Luis Roca
La vida privada de los escritores ayuda muchas veces a interpretar mejor su obra literaria, por lo que es importante conocerla desde muchos puntos de vista. Gonzalo Torrente Ballester se inspiró en algunos acontecimientos de su biografía para forjar el universo literario de su obra, desde las experiencias culturales y políticas a las vivencias personales con amistades y con las dos familias que formó a lo largo de su vida.
Torrente Ballester se casó dos veces. La primera con Josefina Malvido, una joven de familia campesina de la localidad pontevedresa de Bueu con la que tuvo cuatro hijos, y en 1960, dos años después de enviudar, con Fernanda Sánchez-Guisande, con quien amplió su prole con siete vástagos más. Uno de sus nietos, el también escritor Marcos Giralt Torrente, acaba de publicar un bello libro (Los ilusionistas, Anagrama) sobre los cuatro hijos del primer matrimonio, uno de los cuales es su propia madre, única superviviente de aquella primera familia.
Los cuatro, dos hombres y dos mujeres, fueron personalidades peculiares, desarrollaron actividades al margen de lo que se entiende por «común», fueron poseedores de un talento que cada uno de ellos administró con más o menos fortuna (más bien con menos) hacia el campo de la creación artística o literaria con la que creían estar dotados y todos ellos tuvieron una existencia plena de vivencias extraordinarias que unas veces les proporcionaba celebrados triunfos y otras les hundía en fracasos estrepitosos. Fueron ilusionistas de una vida que parecía prometer horizontes que una y otra vez resultaban inalcanzables.
Aquí está la biografía sentimental de todos ellos desde la mirada del nieto, del sobrino, del hijo. Son Gonzalo Torrente Ballester y Josefina, sus hijos Gonzalo y Javier Torrente Malvido, y sus hijas Marisa y María José. A cada uno de estos personajes dedica Marcos Giralt un capítulo de este libro, aunque sobre todos ellos sobrevuela siempre la figura de Josefina, la madre que perdieron siendo muy jóvenes y cuyo influjo permaneció para siempre en sus vidas a través del recuerdo («la familia es el territorio de la memoria», justifica el autor de este libro). Los restos de Josefina descansan desde 1958 en la tumba sin lápida de un cementerio madrileño.

Torrente Ballester y su primera esposa, Josefina Malvido, en Bueu. / Cedida
Una de las novedades que aporta Los ilusionistas son las cartas que se cruzaron Josefina y Gonzalo Torrente Ballester durante los periodos que vivieron separados por causas diversas, sobre todo por el trabajo del marido buscando en Madrid un incierto destino con el que colmar sus aspiraciones de escritor tras haber rechazado una cátedra en un instituto de Ferrol, y también por la enfermedad de Josefina, obligada a largos periodos de convalecencia, que quedó al cuidado de los hijos en su casa de Galicia. En todo caso, las cartas destilan un amor apasionado con espacios muy explícitos de arrebato sexual sobre los que afloran las permanentes dificultades económicas, las desavenencias, los celos y los avatares por los que atravesaba la pareja.
No queda muy bien parada la imagen del escritor a través del retrato que le hace su nieto, que muestra hacia él sentimientos que van desde la admiración y la ternura al reproche por haber abandonado a su primera familia, «aquellos que más habían padecido por su causa» (p.163), incluyendo la crítica por desheredar a todos los hijos de aquel primer matrimonio, una decisión que intuye influida por la segunda familia del escritor. Comparando el trato que dispensó a las dos familias, escribe sobre la situación de ambas: «Los unos tuvieron un padre joven que todavía no era quien quería ser y los otros un padre viejo que había cumplido holgadamente sus aspiraciones» (p.183). Aún así, Marcos Giralt dejó escrito que «como abuelo no pudo ser mejor».
De todos los hermanos de su madre, Giralt Torrente destaca la figura de Gonzalo Torrente Malvido, por el que siente una fascinante atracción y a quien admira por sus escritos y por su vida bohemia, relacionada con el mundo de la delincuencia y la estafa que lo condenó a años de cárcel. Y con una obra literaria de calidad a la que no acompañó la fortuna. Gonzalo es el destinatario de la dedicatoria de la novela de su padre El señor llega (de la trilogía Los gozos y la sombras): «A quien más dolor me causa». Un padre que desdeñaba sus novelas y sus cuentos, a pesar de que algunos habían obtenidos premios de cierta importancia.
Otro de sus tíos se llamaba Javier, empresario en Formentera de chiringuitos y restaurantes que dieron en quiebra, militante comunista, enrolado de marino en un ballenero y en cuya tarjeta de visita figuraba como profesión la de escritor a pesar de que nunca escribió nada. Sí que invirtió años en archivos y hemerotecas recopilando la obra periodística de su padre, un trabajo que no llegó a terminar.
Giralt Torrente dedica un cálido recuerdo a su tía María José, traductora de francés y lectora impenitente, con una casa llena de libros, la misma en la que habían vivido los abuelos en el corto periodo que estuvieron juntos en Madrid. Casada con un pintor panameño de quien estaba apasionadamente enamorada, decía no haber leído nunca las novelas de su padre ni tener intención de hacerlo. Ella, enferma de alzhéimer, y su marido, ciego, murieron con diez días de diferencia.
Giralt Torrente dedica las últimas páginas de este libro, las más bellas, tiernas y conmovedoras, a su madre, Marisa Torrente Malvido, con quien ha vivido los mejores y también los más inciertos momentos de su vida. El texto es un sentido homenaje a la figura de quien ha llenado su vida, ha fomentado sus expectativas y estuvo a su lado siempre que lo necesitó.
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