El detective y la muerte
Gonzalo Suárez rescata a quemarropa sorprendentes viñetas policíacas en "El caso de las cabezas cortadas"

Gonzalo Suárez. / José Luis Roca
A la madurez, viñetas. Gonzalo Suárez, un creador que se resiste a vestirse de etiquetas y rechaza de (primer) plano los encasillamientos amuermantes, muestra en "El caso de las cabezas cortadas" su habilidad para el dibujo muy animado y reanimador. Una vía, además, de escape para que el perfil experimental vaya de frente y afronte desafíos experimentales de un cómic ahora recuperado que nació en 1958, cuando tenía 24 años y vivía en París. No se limitan a ser meras ilustraciones decorativas, sino que funcionan como un tablero de juego narrativo y con fichas conceptuales que alejan la propuesta del escenario que solo quiere ser ilustrador. Y no. Los dibujos de Suárez permiten que la acción sumerja en aguas surrealistas nadando infestadas de soluciones inesperadas. Sorprendentes. El autor esconde la piedra y tira la mano, como debe ser siempre que se planta cara a la lógica para fragmentarla. Desmenuzarla. Completarla. La realidad no sirve para nada sino se descompone a golpes absurdos tapi(z)ados de misterio. Visualmente rompedora, la obra del juvenil creador asturiano invita al lector a sentirse un extraño en su propia casa, siendo las ilustraciones una especie de manual de instrucciones más o menos fiable para que hagan de migas de pan que permitan seguir un rastro aunque no esté nunca claro si son migas o enemigas. Es decir, como ocurre a menudo en las historias de Suárez, las palabras no siempre aclaran las imágenes sino que las oscurecen en una luminosa penumbra.
Ahora que levantar un proyecto cinematográfico es casi una misión imposible cuando se entiende el Séptimo Arte como tal, sin algoritmos tiranos ni fórmulas anestesiadas, se entiende esta obra de Suárez como una manera de engarzar dos de sus pasiones (cine y literatura) sin necesidad de fajarse con los productores para que financien sus ideas.
Como demostró en trabajos recientes de cortometrajes en los que la imagen se nutría de ilustraciones, el genio ovetense llena de acción y emoción las páginas con la precisión quirúrgica de un artesano que construye precisos rompecabezas que invitan al juego, sin trampa ni cartón. Edgar Allan Poe, Franz Kafka y Raymond Chandler conviven en este laberinto pionero que es cómic(o) y olisquea la tragedia, sarcasmo y orgasmo de diálogos penetrantes y enigmas, horrores y reflexiones filosóficas. Asesinatos aterradores despedazan una trama en la que un detective en pleno abismo existencial investiga varias muertes por decapitación.
Mimbres de thriller clásico que Suárez transforma pronto en un carrusel de dudas sombrías cuando lo real descarrila y la locura toma el mando. Así que el rastro sangriento se convierte poco a poco en una cita con muchos de los asuntos internos que caracterizan la obra de su autor, desde la indagación en los escondites de la muerte hasta las muñecas rusas de la identidad pasando por las fronteras entre lo real y lo imaginado. O soñado. O inventado.
¿Adiós, cordura?

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El caso de las cabezas cortadas
Gonzalo Suárez
Nórdica, 208 páginas, 18,52 euros
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